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Kylian Mbappé brilla en El Clásico. |
En el mundo del fútbol, esa corona solo se otorga a quienes saben esperar en silencio, dejar que el fútbol hable por sí mismo. La noche del 26 de octubre en el Bernabéu, Kylian Mbappé no dijo nada, pero el mundo entero sabía quién había sido el elegido.
Cuando las palabras se convierten en una carga
Antes del Clásico, Lamine Yamal estuvo en todas partes —desde las redes sociales hasta la transmisión de la Liga de los Reyes— con sus provocaciones al Real Madrid. El joven talento publicó fotos, envió mensajes e incluso avivó el espíritu de "arrogancia" en una semana en la que el Barcelona necesitaba concentración, no amenazas. La cuestión es: cuando se enciende la mecha, hay que tener el valor de soportar las consecuencias.
Y Yamal fracasó en su intento. En el Bernabéu, su rendimiento fue extrañamente apático. Se había esfumado la imagen del prodigio creativo, ágil y seguro de sí mismo que una vez maravilló a toda Europa. En su lugar, se convirtió en un jugador falto de energía, que perdía la mayoría de los duelos y que cayó completamente en la trampa que él mismo se había tendido.
Al final del partido, Dani Carvajal —símbolo de la tenacidad madridista— se acercó y le dio una lección sencilla pero profunda: «Si hablas tanto, hoy tendrás que tragarte tus palabras».
Las palabras, sin acción, son solo sonidos vacíos. Yamal aprendió la primera lección de la vida: el fútbol no premia a quienes hacen ruido, sino a quienes se atreven a guardar silencio y ganar.
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Mbappé marcó 1 gol en la victoria del Real Madrid por 2-1 sobre el Barcelona. |
Mientras Yamal se esforzaba por imponerse, al otro lado del campo, Kylian Mbappé optó por un camino completamente distinto. No dijo nada antes del partido, no publicó fotos y no retó a nadie.
Pero en el momento en que Mbappé abrió el marcador, el Bernabéu estalló de júbilo, no por sorpresa, sino porque era lo más natural. No hace falta proclamarse rey, basta con jugar como tal.
Mbappé practica un fútbol de calma, serenidad y potencia. Sin alardear, domina el escenario atrayendo todas las miradas con cada toque de balón. Sin ira ni gritos, cada sprint del exjugador del PSG hace temblar a los defensas del Barça. Y al final del partido, el Real Madrid vuelve a ganar, y Mbappé, como si nada, sigue ostentando la corona que nunca buscó.
Esa es la diferencia entre “querer ser rey” y “ser elegido para ser rey”.
Clases para jóvenes de 18 años
Yamal tiene solo 18 años: un niño prodigio en ascenso. Tiene el talento para convertirse en un símbolo del Barcelona, incluso de España. Pero hay una brecha entre el potencial y la calidad, y esa brecha es la actitud. Mbappé era Yamal hace unos años: aclamado, llamado "el sucesor", comparado con Messi y Ronaldo. Pero Mbappé no habla mucho. Deja que el tiempo, los goles y los títulos hablen por él.
En el fútbol, la madurez no se mide por la edad, sino por la capacidad de asumir la responsabilidad de lo que uno crea. Yamal quería desafiar, pero no estaba dispuesto a pagar el precio. Y el fútbol, por cruel que sea, tiene una forma de enseñar: a través del fracaso.
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Mbappé demuestra una madurez increíble. |
El Clásico de este año fue mucho más que tres puntos o un honor. Fue una coronación oficiosa. Cuando sonó el pitido final, el Bernabéu ardía, no solo por la victoria, sino también por la imagen de Mbappé: sereno, humilde, pero resplandeciente bajo los focos.
El fútbol elige a los dignos, no a los exigentes. La corona no es para quien grita «¡llámenme rey!», sino para quien hace que todos se inclinen sin decir una palabra.
Aquella noche de domingo, el Bernabéu fue testigo de dos generaciones: un niño que soñaba con ser rey y un hombre coronado por el fútbol. Kylian Mbappé no necesitó pedirlo: nació para lucirlo.
Fuente: https://znews.vn/mbappe-day-yamal-bai-hoc-ve-su-im-lang-cua-nguoi-lon-post1597288.html









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