Dormir bien no solo ayuda al cuerpo a recuperar energía, sino que también actúa como un escudo protector para la salud metabólica, y viceversa. Un estudio publicado en la revista Diabetes Care reveló que dormir poco, especialmente en mujeres posmenopáusicas, puede aumentar el riesgo de resistencia a la insulina y provocar diabetes tipo 2.
Cuando la falta de sueño se convierte en el "culpable oculto"
Las investigaciones realizadas por el equipo de la Dra. Marie-Pierre St-Onge en la Universidad de Columbia (Nueva York) demuestran que la privación prolongada del sueño afecta directamente la capacidad de producir y utilizar la insulina, una hormona que desempeña un papel clave en el control del azúcar en la sangre.
“Dormir lo suficiente cada noche no solo ayuda a mantener la energía, sino que también es clave para controlar el azúcar en la sangre y reducir el riesgo de diabetes tipo 2, especialmente en mujeres posmenopáusicas”, enfatizó el Dr. St-Onge.
Cabe destacar que la mayoría de las investigaciones previas sobre la relación entre el sueño y la diabetes se han centrado en los hombres. Sin embargo, las mujeres son el grupo más vulnerable a los trastornos del sueño debido a los cambios fisiológicos que experimentan a lo largo de la vida: embarazo, parto, crianza de los hijos y menopausia. De hecho, numerosas encuestas muestran que la proporción de mujeres que sienten que no duermen lo suficiente es mayor que la de los hombres.
El equipo de investigación reclutó a 38 mujeres de entre 20 y 75 años, con hábitos de sueño saludables (de 7 a 9 horas por noche) y niveles normales de glucosa en sangre. Todas presentaban factores de riesgo cardiovascular elevados, como sobrepeso, obesidad, hiperlipidemia o antecedentes familiares de diabetes.

Durante dos semanas se monitorizaron los hábitos de sueño de los voluntarios mediante sensores en pulseras y diarios de sueño, y posteriormente se sometieron a dos fases experimentales de seis semanas cada una:
Fase de sueño adecuada: mantener un promedio de 7,5 horas de sueño por noche.
Etapa de privación de sueño: retrasar la hora de acostarse 1,5 horas pero seguir despertándose como de costumbre, reduciendo la duración del sueño a unas 6,2 horas, aproximadamente equivalente al promedio estadounidense actual.
Al inicio y al final de cada período, se les realizó una prueba de tolerancia oral a la glucosa (PTOG) para medir el azúcar en sangre y la respuesta a la insulina, y una resonancia magnética para verificar la grasa corporal.
Los resultados mostraron que, en el grupo con privación de sueño, la resistencia a la insulina aumentó en un promedio del 14,8 %. En las mujeres posmenopáusicas, el aumento fue aún mayor, llegando hasta el 20,1 %. En otras palabras, la privación de sueño provoca que el cuerpo necesite más insulina para controlar el azúcar en sangre.
Afortunadamente, al volver a dormir lo suficiente (7-9 horas/noche), los niveles de insulina y glucosa también se normalizan gradualmente.
¿Por qué la falta de sueño altera el nivel de azúcar en la sangre?
La insulina es responsable de transportar la glucosa (azúcar) de la sangre a las células para generar energía. Cuando el cuerpo se vuelve resistente a la insulina, la glucosa se acumula en la sangre, lo que aumenta el riesgo de prediabetes y diabetes tipo 2.
Aunque el mecanismo no está del todo claro, los científicos han propuesto varias hipótesis:
La falta de sueño altera los ritmos biológicos, interrumpiendo el metabolismo energético.
La falta de sueño aumenta la hormona del estrés, el cortisol, que desencadena la respuesta de “lucha o huida”, lo que hace que el cuerpo procese la glucosa de forma menos eficiente.
La falta de sueño puede causar inflamación, afectando la función de la insulina.
- Además, los cambios en la distribución de la grasa también son un factor potencial.
Según el Dr. Sun Kim (Universidad de Stanford, California), la resistencia a la insulina no implica necesariamente diabetes. Sin embargo, es una señal de alerta, ya que se relaciona con otros riesgos como hipertensión arterial, hiperlipidemia, enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer.
Falta de sueño: una doble carga para las mujeres menopáusicas
Las mujeres que entran en la menopausia suelen sufrir insomnio debido a cambios hormonales, sofocos y trastornos del estado de ánimo. Cuando la calidad del sueño ya es deficiente, aumenta el riesgo de resistencia a la insulina y trastornos metabólicos.
“Si esta condición persiste, las mujeres prediabéticas pueden progresar más rápidamente a la diabetes tipo 2”, advierte el Dr. St-Onge.

Esto explica por qué cuidar el sueño en mujeres de mediana edad no solo mejora la salud mental, sino que también es un factor importante en la prevención de enfermedades crónicas.
¿Cómo proteger el sueño y, por ende, la salud?
La buena noticia es que los efectos de la privación del sueño son reversibles. Cuando los participantes del estudio retomaron un horario de sueño regular, sus niveles de insulina y glucosa mejoraron significativamente. Esto sugiere que el sueño es una poderosa «medicina» natural.
Algunas formas de mejorar el sueño recomendadas por expertos:
Mantén un horario de sueño regular: acuéstate y levántate a la misma hora todos los días, incluidos los fines de semana.
Evite la cafeína, el alcohol y las comidas picantes antes de acostarse.
No coma demasiado por la noche, especialmente antes de acostarse.
Haga ejercicio con regularidad: yoga, caminata a paso ligero, natación o ciclismo al menos 30 minutos, 3 veces por semana.
Relaja tu mente: medita, respira profundamente o escucha música suave.
Limita el uso de pantallas electrónicas: apaga los teléfonos y las tabletas al menos 1 hora antes de acostarte.
Crea el espacio ideal para dormir: una habitación fresca, oscura y silenciosa.
Además, puedes aprovechar remedios naturales como el uso de aceites esenciales de lavanda, jazmín y limoncillo... para relajarte, ayudar a reducir el estrés y favorecer el sueño.
Complementa tu dieta con alimentos ricos en magnesio, vitamina B y triptófano (almendras, kiwi, salmón, nueces) para aumentar la producción de melatonina, una hormona que regula el sueño.
El uso de terapias sedantes naturales a base de té de manzanilla, té de loto, té de pasiflora, ginkgo biloba y arándano ayuda a mejorar la circulación cerebral y a reducir el estrés oxidativo.
Fuente: https://www.vietnamplus.vn/ngu-qua-it-lam-gia-tang-nguy-co-mac-benh-tieu-duong-o-phu-nu-post1061713.vnp






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