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O an quan - un fragmento de memoria que "no se desgasta"

En medio del bullicio de la vida, a veces opto por volver a los pequeños cuadrados dibujados en el suelo para revivir mis días de infancia. O an quan, un juego popular sencillo pero que para mí contiene muchas reflexiones sobre la vida y la humanidad.

Hà Nội MớiHà Nội Mới02/06/2025

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Ilustración: Nguyen Sa

Hace más de veinte años, nuestra infancia como niños del campo transcurría caminando descalzos, en pantalones cortos, vagando por los campos o entre los arbustos de bambú y plátano detrás de casa. Bastaba con dibujar unas cuantas casillas en el patio de tierra, recoger rápidamente unas piedritas al borde del camino principal y estábamos listos para una partida de damas chinas, olvidándonos por completo del calor de la tarde de verano.

El juego de O An Quan tiene una mecánica sencilla pero curiosamente atractiva. En el suelo, dibujamos un rectángulo dividido en dos partes: cada una con cinco casillas pequeñas llamadas "casillas de ejército" y en el centro, una casilla más grande llamada "casilla de oficial". Cada jugador tiene 25 guijarros, divididos equitativamente en 5 casillas "de ejército" y 10 en la casilla "de oficial". El juego se desarrolla en el sentido de las agujas del reloj; cada jugador coloca sus piezas desde su casilla a las adyacentes, una guijarro por casilla. Si una pieza cae en una casilla vacía, el jugador se ve obligado a saltar su turno. Este juego no solo requiere táctica, sino también una batalla de ingenio, donde cada mirada, cada ojeada, contiene cálculos secretos. El juego de O An Quan termina cuando un jugador se come todas las piezas del oponente o cuando ya no quedan movimientos. Lo interesante es que, aunque el juego es simple, siempre trae sorpresas que ni siquiera los jugadores pueden prever.

Recuerdo vívidamente las tardes en que Bi y yo nos sentábamos en el suelo de tierra, dibujando cuadritos, preparándonos para una partida de damas chinas. Bi era mi mejor amiga, pequeña pero llena de vida.

Ese día, bajo un sol abrasador, empezamos una nueva partida. Bi jugó primero, lo dejé jugar unos turnos y, al verlo ganar, sonreí. Pero entonces, un poco de competitividad surgió en mí. Empecé a considerar cada movimiento. Coloqué mis piezas con destreza, cada movimiento fue preciso y finalmente capturé la pieza de Bi. Cuando capturé la casilla mandarina, Bi me miró con cara triste, ojos rojos: "¿Tan rápido comiste? ¡Esta vez debo andar corto de piezas!". Esa frase y esa mirada fueron como un dolor en el corazón. Éramos solo unos niños, pero a través de las palabras de Bi, comprendí que el juego no se trataba solo de ganar o perder. En la pasión por ganar, había dañado nuestra amistad sin querer. En silencio, empujé suavemente la pieza hacia Bi y susurré: "De acuerdo, déjame jugar otra vez". Calculé mentalmente los movimientos para darle a Bi la oportunidad de capturar la pieza de nuevo. Al ver a Bi dejar caer cuidadosamente cada piedra en cada casilla, noté que sus ojos brillaban de alegría de nuevo.

Esa partida de damas me enseñó una lección: los juegos son como la vida. Todos queremos ser mejores que los demás, pero si queremos mantener la amistad y la humanidad, debemos aprender a ceder y compartir.

Ahora que tengo familia, juego a las damas chinas con mis hijos bajo el sol de verano en el viejo patio de tierra. Recuerdo a Bi, las viejas lecciones que no he aprendido con los años. Hoy en día, los niños del barrio apenas saben qué son las damas chinas; son adictos a los juegos en los teléfonos inteligentes. Pero ¿qué juego electrónico puede reemplazar la sensación de sostener una piedrita en la mano, esparcirla uniformemente sobre las damas chinas y esperar ansiosamente el resultado? ¿Cómo se compara con la risa cuando ganas inesperadamente o el arrepentimiento cuando pierdes tu turno, y sobre todo, con las miradas cariñosas intercambiadas entre amigos y las lecciones tiernas pero profundas?

El juego tradicional "o an quan" puede haber desaparecido en la vida moderna, pero sigue siendo un recuerdo imborrable en mi corazón. No es solo un juego de la infancia, sino también una parte indispensable del patrimonio cultural nacional. Sueño con que las escuelas de hoy puedan preservar y difundir ampliamente los juegos tradicionales para que sigan presentes en la memoria de las generaciones futuras.

Fuente: https://hanoimoi.vn/o-an-quan-manh-ky-uc-khong-mon-704230.html


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