Un momento de paz en el patio de recreo del Centro de Protección Social N° 2.
Cada mirada cuenta una historia de vida
Envuelta en una fina toalla y abandonada en la puerta de la pagoda Thanh Ha, recibió el nombre del lugar donde la encontraron: Nguyen Thanh Ha. Con una leve discapacidad en las piernas y la capacidad de hablar, Ha tuvo que someterse a atención médica continua. Tenía trece años, pero solo cursaba quinto grado. Nadie de su familia la reclamó, ni tenía a nadie en quien apoyarse. Sin embargo, sus ojos negros brillaban con una determinación inusualmente fuerte. Cada paso, con dificultad, en el pasillo central era una lucha contra el destino. Ha sonreía radiante al mostrar su cuaderno con un nueve; sus ojos centelleaban con el deseo de aprender, de vivir, de ser amada como cualquier otra niña.
Le Van Anh ingresó al centro con tan solo dos años. Estaba paralizado, incapaz de sentarse o comer solo, y solo podía comunicarse con la mirada. El niño no podía articular palabra, pero cada vez que su madre, Huong, le daba de comer gachas, sus ojos se iluminaban. Era su forma de dar las gracias, su manera de conectar con el mundo . Han pasado muchos años y Le Van Anh sigue postrado en una pequeña cama en un rincón de la habitación; su cuerpo apenas ha crecido, pero su corazón permanece abierto. Cada día es una lucha para él, pero quizá se ha acostumbrado al cariño de sus cuidadoras y este lugar se ha convertido en el último hogar de su corta vida.
Nguyen Van Anh está paralizado de pies a cabeza y su situación familiar es muy difícil: sus abuelos son ancianos y débiles, su padre está gravemente enfermo y su madre desapareció sin dejar rastro. Desde que ingresó en el centro, ha recibido cuidados especiales y poco a poco ha aprendido a sonreír, aunque todavía no puede caminar solo. Ahora, con 12 años, comprende que este techo es el único lugar al que puede llamar «familia». Cada vez que lo llevan al parque infantil, disfruta del canto de los pájaros, las risas y las bromas de sus amigos. Estas pequeñas emociones, tan normales para muchos, son para él un verdadero milagro. Posee una vitalidad serena y perseverante que despierta la admiración de todos.
Cada niño tiene su propia historia, pero todos comparten el mismo deseo de ser amados y crecer como cualquier otro niño. Y a pesar de las desventajas que nadie elige, siguen sonriendo con alegría, como brotes verdes que crecen bajo el cálido sol de la mañana.
El amor maternal no necesita sangre
Durante sus 35 años en el centro, la Sra. Ngo Thi Huong se ha convertido, a su pesar, en la «madre» de decenas de niños. Algunos han crecido y formado familias; otros han fallecido a causa de graves enfermedades. Sin embargo, ella ha permanecido allí, con discreción y constancia. «Los niños son muy débiles; a algunos hay que cargarlos toda la noche, otros deben tomar su medicación contra el VIH a tiempo o sus vidas correrán peligro», compartió con la voz entrecortada.
Los niños son atendidos en el Centro de Protección Social N° 2.
Quizás porque los ama tanto, los cuida más que a sus propios hijos. Su día comienza a las 5 de la mañana con pequeñas pero cariñosas tareas: cambiarles la ropa, darles de comer papilla, bañarlos... Su amor maternal no necesita sangre, solo un corazón lo suficientemente comprensivo.
Hace casi diez años, al ingresar al centro, la Sra. Nguyen Thi Ngan sintió miedo al tener que cuidar a un niño con fiebre alta que lloraba sin parar. Pero el cariño la encariñó. «Los niños carecen del calor de sus padres; solo yo puedo suplirlo», dijo.
Decía que cada vez que se iba de vacaciones, llamaba a sus compañeros para darles instrucciones detalladas: que recordaran darle la medicina al niño, que le recordaran ir al baño a tiempo... Nunca les hablaba mal a sus hijos, ni siquiera cuando alguno se portaba tan mal como para derramar toda la comida. Su paciencia nacía del amor, porque creía que una mirada tierna y una mano cariñosa podían criar almas amorosas y valientes.
Como jefa del equipo de trabajo social, la Sra. Do Thi Lien es un pilar fundamental para todo el equipo de atención. Conoce a cada niño a la perfección, mejor que nadie. Recuerda la fecha exacta en que ingresaron al centro, sus circunstancias particulares, su estado de salud e incluso sus hábitos alimenticios. «Han sufrido demasiado. Si no los trato como a mis propios hijos, ¿cómo puedo encariñarme con ellos?», confesó.
Para ella, cada mirada, cada llamada a “mamá”, es un vínculo de sangre. Si un niño tiene fiebre por la noche, está dispuesta a quedarse despierta toda la noche para cuidarlo. Si un niño llora por la noche porque extraña a su madre, se sienta a su lado y lo consuela hasta el amanecer. “Sin amor, es difícil perseverar. Porque este trabajo requiere no solo fuerza, sino también corazón”, dijo con voz serena, como si expresara el sentir de incontables “madres” que, en silencio, construyen un hogar para quienes no tienen a quién recurrir.
En el Centro de Protección Social Thanh Hoa n.° 2, seis cuidadoras atienden directamente a 16 niños, divididos en dos áreas: una para niños con VIH y otra para niños con discapacidad y huérfanos. En su momento de mayor actividad, entre 2019 y 2020, este centro llegó a acoger a 30 niños, lo que representaba una enorme carga de trabajo, pero también mucho amor. Cada niño que llega aquí trae consigo una historia de vida dolorosa, una herida que aún no ha cicatrizado. Son los abrazos, las palabras de consuelo, las cucharadas de papilla y el sueño reparador los que brindan el amor necesario para sanar esas heridas.
Ante esta realidad, surge una gran necesidad de una atención más firme y frecuente por parte de todos los niveles y sectores. Se requieren políticas y soluciones a largo plazo para el apoyo material y, aún más importante, para la orientación psicológica que ayude a los niños a superar su complejo de inferioridad y su crisis, a continuar sus estudios, a esforzarse y a vivir una vida más plena en las mejores condiciones posibles. Porque, para ellos, el amor no solo es lo más preciado, sino también un milagro para crecer, para tener esperanza y para creer que no se quedarán atrás.
Artículo y fotos: Tran Hang
Fuente: https://baothanhhoa.vn/o-noi-ay-tinh-than-duoc-vun-dap-bang-se-chia-257713.htm






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