Según el informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo : Tendencias 2025” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el mercado laboral mundial mantiene la estabilidad pero aún enfrenta muchos desafíos en el proceso de recuperación.
La tasa de desempleo mundial en 2024 se mantendrá en el 5%, igual que en 2023. Sin embargo, esta estabilidad no significa que el mercado laboral haya mejorado significativamente, porque el número de empleos creados no es suficiente para satisfacer las necesidades de la creciente fuerza laboral.

En particular, los jóvenes siguen siendo el grupo más afectado con una tasa de paro de hasta el 12,6%, muy superior a la de otros grupos laborales.
Además de los 186 millones de desempleados, hay 137 millones de trabajadores potenciales que están listos para trabajar, pero aún no han encontrado oportunidades adecuadas. Además, 79 millones de trabajadores que desean trabajar, pero se ven limitados por otras obligaciones, como el cuidado familiar, indican que la conciliación de la vida laboral y personal sigue siendo un obstáculo importante para muchos.
Si bien el mercado laboral en general se ha mantenido relativamente estable, la tasa de participación laboral mundial ha mostrado una ligera tendencia a la baja. Esta tendencia es más pronunciada en los países de bajos ingresos, donde las condiciones económicas son inciertas y las oportunidades de empleo de calidad son limitadas.
En las economías avanzadas, las tasas de participación de los adultos mayores y las mujeres están aumentando, lo que refleja los esfuerzos por promover la igualdad de género y aprovechar la mano de obra experimentada para afrontar el envejecimiento de la población. Sin embargo, las brechas de género en el mercado laboral siguen siendo significativas, con menos mujeres que hombres participando en la fuerza laboral.

La disparidad entre las regiones desarrolladas y las menos desarrolladas sigue siendo un problema importante. Unos 240 millones de trabajadores, o el 7% de la fuerza laboral mundial, están empleados, pero aún viven en la pobreza debido a sus bajos ingresos. Esto es especialmente cierto en los países de bajos ingresos, donde el crecimiento salarial real no ha sido suficiente para compensar el impacto de la pandemia de COVID-19 y la inflación persistente.
Además, más del 50% de la fuerza laboral mundial carece de protección social adecuada, lo que la hace vulnerable a las crisis económicas y sociales. Es preocupante que la proporción de jóvenes que ni trabajan, ni estudian, ni reciben formación (NEET) haya aumentado casi un 4% en los países de bajos ingresos, lo que sugiere que muchos jóvenes trabajadores tienen dificultades para incorporarse al mercado laboral y corren el riesgo de quedar excluidos de la economía.
Mientras tanto, la productividad laboral mundial se está desacelerando, con un crecimiento inferior al 0,5 % con respecto al promedio prepandemia. En particular, las industrias de las grandes potencias manufactureras se encuentran bajo una fuerte presión debido a los altos precios de la energía, el aumento de los costos de producción y la débil demanda de los consumidores.

El desarrollo de la tecnología, especialmente la inteligencia artificial (IA) y la automatización, está provocando cambios importantes en el mercado laboral.
Si bien la IA puede mejorar la eficiencia y optimizar los procesos de producción, también aumenta el riesgo de pérdida de empleos en algunas industrias tradicionales, especialmente en aquellas que son repetitivas y pueden ser reemplazadas por máquinas. Por otro lado, la expansión de la infraestructura de energía limpia, como las estaciones de carga y las redes inteligentes, está impulsando la demanda de trabajadores en sectores relacionados, abriendo nuevas oportunidades laborales.
Las perspectivas económicas mundiales tampoco son muy optimistas, ya que se prevé que el crecimiento del PIB alcance alrededor del 3,2 % en 2025, continuando una tendencia a la baja en comparación con años anteriores. La inflación puede disminuir, pero no ha vuelto a los niveles objetivo en muchos países desarrollados, lo que afecta al poder adquisitivo y la inversión. Las políticas fiscales y monetarias de muchos países están volviendo gradualmente a los niveles previos a la pandemia, pero esto podría ralentizar la recuperación económica, especialmente en los países de ingresos bajos y medios.
En este contexto, la OIT enfatiza que, para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, los países deben centrarse en mejorar la productividad laboral, mejorar la calidad del empleo y garantizar condiciones de trabajo decentes. En particular, los países de bajos ingresos deben aprovechar los flujos de remesas y atraer inversión privada para promover el crecimiento económico local, reducir la brecha de desarrollo y crear oportunidades para que los trabajadores tengan empleos más estables y sostenibles.
Fuente: https://baolaocai.vn/ti-le-that-nghiep-o-thanh-nien-cao-thach-thuc-lon-cho-thi-truong-lao-dong-toan-cau-post399303.html
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