En el siglo XIX, los mineros acudieron en masa a Cambridgeshire, Inglaterra, para desenterrar fósiles de dinosaurios y obtener ganancias.
Fósil de heces de dinosaurio de 126 millones de años. Foto: Ripley
El coprolito, también conocido como estiércol prehistórico, ha sido muy valorado desde su descubrimiento en el siglo XIX. No solo es considerado un tesoro invaluable por paleontólogos y arqueólogos, sino que la extracción de excrementos de dinosaurio para obtener fertilizante durante la época victoriana se consideraba un negocio particularmente rentable, según Ancient Origins .
Durante la década de 1850, una oleada de mineros llegó a Cambridgeshire, Inglaterra, en un afán por desenterrar excrementos fosilizados de dinosaurios. Esta extraña fiebre estaba relacionada con la creciente demanda de fertilizantes debido a la escasez de alimentos tras las Guerras Napoleónicas.
Las heces fosilizadas fueron descubiertas a principios del siglo XIX por la cazadora de fósiles británica Mary Anning, quien observó que el espécimen contenía fragmentos de pescado y pequeñas espinas. Este detalle inspiró al geólogo William Buckland a bautizar el espécimen como coprolito en 1829, término derivado de las palabras griegas kopros (heces) y lithos (piedra). Los coprolitos presentan diversas formas y tamaños, incluyendo un espécimen gigante de 67,5 cm de largo, apodado Barnum, que se cree que perteneció a un Tyrannosaurus rex.
Si bien los coprolitos pequeños son relativamente comunes, los excrementos de dinosaurio son raros, ya que la mayoría de ellos se encuentran dispersos en el suelo, especialmente si caen desde lugares altos. Si bien la mayoría de los especímenes se asemejan a rocas, algunos conservan sus colores y texturas distintivos.
John Stevens Henslow, botánico de Cambridge, desempeñó un papel clave en la identificación del componente de fosfato del coprolito. En 1845, publicó un artículo sobre el potencial valor económico de los fertilizantes fósiles, lo cual tuvo numerosas consecuencias imprevistas. Al igual que la fiebre del oro en California, las excavaciones en yacimientos ricos en coprolitos en el este de Inglaterra desencadenaron un fenómeno conocido como la fiebre de los fertilizantes fósiles.
Una vez sumergidas, estas zonas eran perfectas para la preservación de coprolitos gracias a su superficie blanda. A partir de 1859, el fenómeno atrajo a cientos de mineros a la zona, ávidos de nuevas oportunidades de lucro. Sin embargo, el auge duró poco. Para la década de 1880, la extracción de fertilizantes fósiles había dado paso a los fertilizantes artificiales.
Hoy en día, los coprolitos son apreciados por una razón diferente. Al examinar el polen, el ADN e incluso los parásitos internos, los coprolitos pueden ayudar a los científicos a comprender la ecología y la dieta de criaturas extintas hace mucho tiempo. Por ejemplo, investigadores utilizaron pequeños huesos en heces de dinosaurio para demostrar que el Tyrannosaurus rex aplastaba a sus presas. Las heces fosilizadas del Jurásico siguen siendo valiosas; un coleccionista pagó una vez 10.370 dólares en una subasta por un ejemplar de coprolito de 6 millones de años.
An Khang (según los orígenes antiguos )
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