Apenas unas semanas después de ser nombrada líder del equipo, mi hija mostró cada vez más humildad y… impotencia.
Mi hijo fue elegido líder de grupo con mucha ansiedad, ya que estudiar en una escuela con un largo historial de éxito era extremadamente estresante. No había teléfono, así que era difícil conectar con amigos para completar la tarea.
Por eso le pedí a mi nueva maestra de aula que cambiara al líder del grupo a principios del año escolar.
Tras solo unas semanas aprendiendo a gestionar un equipo de diez personas, mi hija ha demostrado cada vez más humildad y… impotencia. Le cuesta asignar tareas a cada grupo y la han criticado por no repartir equitativamente el trabajo pesado y el ligero.
Me costaba recordarle a este amigo, animarlo a que terminara su trabajo personal, y muchas veces era el último en esperar junto a la computadora para recibir la tarea grupal. Si la calificación del grupo no era la esperada, yo, el líder del grupo, era el primero en recibir críticas...
El clímax de la historia fue cuando mi grupo se encargó de limpiar el aula y el pasillo durante una semana. Las tareas estaban claramente asignadas a los miembros del grupo desde finales de la semana anterior, pero durante los tres primeros días de la semana, los estudiantes llegaron tarde, limpiaron tarde, el aula no estaba bien decorada y aún había basura en la papelera al final de la sesión, lo que provocó que mi clase perdiera puntos en la competencia. El tutor castigó a mi grupo por limpiar el aula una semana más.
Le dije a mi hija que se uniera al grupo y criticara con franqueza a los alumnos que no completaban sus tareas para que todo el grupo fuera castigado. Dudó un momento y suplicó: «No, mamá...». Le preocupaba que sus amigos la odiaran. Temía que la juzgaran con dureza y que les gustara presumir. Debido a esa preocupación y ese miedo, la solución que eligió fue ir temprano todos los días a encargarse de la limpieza del aula.
El miedo a la confrontación y al conflicto con los amigos acompañó a mi hijo hasta la preparatoria. En un ambiente de aprendizaje altamente competitivo, frente a compañeros con buenas habilidades y personalidades fuertes, me di cuenta de que mi hijo se debilitaba cada vez más cuando solo dirigía un equipo de unos diez miembros. Su carácter tranquilo y su miedo a ofender a sus amigos lo volvieron tímido.
Mi hijo renunció a su puesto como líder del equipo. Siempre le enseño a afrontar todas las dificultades de la vida. Pero también me doy cuenta de que saber cuándo parar cuando sientes que no eres la persona adecuada también es una fortaleza que necesita apoyo.
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Fuente: https://tuoitre.vn/khi-con-xin-tu-chuc-to-truong-20241207091927938.htm
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