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Malasia e Indonesia deberían aprender de Japón.

La victoria por 3-2 sobre Brasil en Tokio fue más que un amistoso.

ZNewsZNews15/10/2025

Japón ha mejorado.

Fue una declaración audaz: el fútbol japonés ya no era un cuento de hadas asiático, sino un modelo de fútbol construido con visión e inteligencia.

Una victoria, un mensaje

En el pasado, al escuchar sobre el partido Japón-Brasil, los aficionados solían pensar en un encuentro muy igualado. Pero el 14 de octubre en Tokio, la situación se invirtió. Los "Samuráis Azules" perdían 0-2, pero en tan solo 20 minutos del segundo tiempo, Minamino, Nakamura y Ueda anotaron consecutivamente, completando una remontada de 3-2 contra los pentacampeones del mundo .

Ya no es una casualidad ni un fenómeno aislado: es el resultado de tres décadas de desarrollo estratégico.

Desde la fundación de la J. League en 1992, Japón ha decidido que no puede "comprar" el éxito con dinero, sino que debe construirlo con un sistema: profesionalizando clubes, invirtiendo en academias, mejorando el nivel de los entrenadores y manteniéndose firme en la filosofía de "japoneses para el fútbol japonés". Si bien muchas naciones futbolísticas asiáticas aún dependen de jugadores naturalizados para cubrir las carencias, Japón ha confiado en su propia fuerza, y ha demostrado que esa decisión fue acertada.

Contra Brasil, Japón no jugó como un equipo desfavorecido. Presionó agresivamente, mantuvo una estructura compacta, se coordinó bien y conservó la intensidad de un equipo europeo. No se dejaron abrumar por la legendaria camiseta amarilla, sino que jugaron con una mentalidad equilibrada. Lo más aterrador de todo: creían que merecían ganar.

En esos 90 minutos, Japón no sólo venció a Brasil: venció la percepción predeterminada del mundo sobre la brecha que existe entre Asia y el resto.

Nhat Ban anh 1

La reciente victoria sobre Brasil no fue algo natural.

Si hay un secreto para el auge del fútbol japonés, es la constancia y la disciplina. La generación de jugadores de las décadas de 1990 y 2000, desde Nakata hasta Ono y Honda, sentó las bases de sus ambiciones de alcanzar el escenario mundial. Las generaciones posteriores, nutridas por la J.League, fueron el resultado de una cadena de valor continua donde el desarrollo juvenil, la ciencia del deporte y la filosofía del juego se entrelazaron como una línea de producción completa.

Los jugadores japoneses reciben formación desde pequeños no solo en habilidades, sino también en conciencia táctica, actitud de entrenamiento y espíritu de equipo. Entienden que, si quieren jugar en Europa, deben trabajar como europeos, pero manteniendo la identidad asiática de humildad y sofisticación.

Hoy, la plantilla de la selección japonesa es la prueba más clara: Endo en el Liverpool, Kamada en el Crystal Palace, Mitoma brillando en la Premier League, Doan en la Bundesliga, Kubo brillando en LaLiga. Ya no son "japoneses desconocidos en Europa", sino pilares en los mejores clubes.

La J.League también se ha occidentalizado, tanto física como tácticamente. Los clubes japoneses cooperan con numerosas academias europeas, lo que facilita que los jóvenes jugadores se trasladen al extranjero a una edad temprana. Esta preparación les ayuda a no sufrir el choque cultural ni a quedarse sin aliento al ir a Europa; al contrario, maduran más rápido.

Gracias a ello, Japón se ha convertido en la nación futbolística más potente de Asia. Puede reemplazar a la mitad del equipo y aun así mantener su fuerza en los torneos regionales. Mientras que muchos equipos asiáticos dependen de unas pocas estrellas, Japón cuenta con todo un ecosistema de jugadores, entrenadores y expertos en acondicionamiento físico que trabajan en sintonía.

Cuando Asia mira a Japón

La influencia de Japón se ha extendido por toda Asia. Corea del Sur, Arabia Saudita y Uzbekistán han seguido el modelo sistemático de desarrollo: centrarse en las academias, formar entrenadores y mejorar las ligas nacionales. Pero la brecha persiste. Japón no solo avanza más rápido, sino que va en la dirección correcta: de forma sostenible y constante.

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El entrenador Hajime Moriyasu lo está haciendo muy bien con el equipo japonés.

En el Mundial de 2022, Japón sorprendió al mundo al derrotar a Alemania y España y liderar el "grupo de la muerte". Y ahora, tan solo tres años después, ha derrotado a Brasil, el equipo que toda Asia alguna vez consideró "una montaña insuperable".

Esta no es una "generación dorada", sino una cadena de producción dorada. Japón no crea estrellas de una sola vez, sino un sistema que genera constantemente nuevas estrellas.

El entrenador Hajime Moriyasu lo entiende. No quiere que su equipo se conforme con victorias memorables, sino que se fija el objetivo de "ganar el Mundial de 2026", una declaración audaz pero bien fundada.

Para él, el éxito no viene de los milagros ni de la suerte, sino del progreso gradual, manteniéndose humilde pero sin miedo.

Mientras que muchas naciones futbolísticas asiáticas aún luchan con problemas de naturalización, gestión o visión a corto plazo, Japón ha operado como una verdadera potencia futbolística: con un sistema de base, un campeonato nacional para apoyar al equipo, fanáticos exigentes y, sobre todo, un plan a largo plazo.

Japón ya no persigue la historia. Se prepara para reescribirla. Y la victoria sobre Brasil es solo un recordatorio para el mundo: no se sorprendan si un día, quien levante el trofeo de la Copa Mundial es un equipo asiático llamado Japón.

En resumen, Japón no avanzó más rápido por suerte, sino porque sabía adónde iba. Mientras otros países buscaban atajos, Japón, con paciencia, tomó el camino largo. No buscó reconocimiento, sino que construyó confianza. Y ahora, tras tres décadas de perseverancia, el mundo ha tenido que admitirlo: el fútbol japonés se ha convertido en el referente que el resto de Asia debe seguir.

Fuente: https://znews.vn/malaysia-indonesia-nen-cap-sach-hoc-nhat-ban-post1594070.html


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