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Madre y el río

Việt NamViệt Nam05/04/2024

(Periódico Quang Ngai ) - Tras cada viaje errante, la gente busca refugio y consuelo en su ciudad natal. Quizás unas pocas líneas de dulces recuerdos basten para calmar las preocupaciones. Yo he recurrido a mi ciudad natal de esa manera cada vez que mi corazón se siente solo y añorado, pero no he tenido tiempo de regresar...

Mi nostalgia por mi tierra natal comienza con la añoranza de mi madre. Siempre que la extraño, pienso en el río de mi ciudad natal. Un río que fluye incansable, tranquilo y amable, claro o turbio, lleno o vacío, siempre fiel, como mi madre, que lleva una vida sencilla pero alberga un amor profundo e inagotable.

(Ilustración)

Las capas de aluvión se depositan y cultivan diligentemente para que los campos luzcan exuberantes y verdes, con moreras y arrozales. El río serpentea y recorre una franja de tierra del pueblo. Los habitantes de mi pueblo dependen del río para su sustento y, a su vez, para continuar la vida de quienes han soportado dificultades y se han dejado llevar por las olas. Temporada tras temporada, los peces y los camarones son las bendiciones eternas que nos otorga el río, y aunque a veces están vacíos y a veces llenos, siguen llenos de gratitud.

Ay, río, extraño tanto mi infancia, cada tarde que pasaba buceando con mis amigos de la infancia. Aquellos niños flacuchos y morenos se pasaban el verano entero buscando mejillones, atrapando almejas, pescando y echando redes al final de la playa y en la cabecera de los rápidos. Durante la estación seca, se abrían paso entre el lodo para pescar cangrejos y peces. El río me dio tanto, todos los frutos de las cuatro estaciones, junto con innumerables recuerdos de la infancia que nunca se borran de mi mente.

Cada vez que se pone el sol de la tarde, arrecia el viento del sur, la puesta de sol proyecta su sombra sobre el río de mi pueblo, de un rojo intenso. Eso ocurre cada vez que deambulo por el dique, mirando hacia el puente de bambú para encontrarme con la figura de mi madre, cojeando de regreso con su bastón al hombro. En mi recuerdo de joven, mi madre solía tomar un barco desde temprano en la mañana hasta la isla al otro lado del río, vendiendo pescado en cestas, principalmente arenques y sardinas a la parrilla. No sé cuánto gana, pero suele volver tarde en la noche, a veces intercambiando pescado por patatas, judías...

Qué apasionado y amoroso es el río, qué protectora es la madre. El agua del río natal nutre nuestras almas desde la infancia; cada gota de aluvión se preserva cuidadosamente a través de las vicisitudes de la vida para forjarnos una figura alta y robusta. Como mi madre, que es frugal con las palabras, soporta muchas dificultades y es paciente y humilde ante muchos tratos y rencores. Mi madre no me da dinero, pero el legado que me deja es todo un legado de ser humano. Aprendo de mi madre la tolerancia y la gratitud, para que mi corazón siempre esté cargado de añoranza por mis raíces y mi tierra natal; a saber añorar un bosque de bambú, una playa, un ferry anclado en un muelle desierto esperando a alguien...

Después de cada largo kilómetro de vagar por el bullicio de la ciudad, quiero volver al río, al pueblo para lavar toda la tristeza y el polvo, sentarme en medio de mi ciudad natal y extrañar distraídamente a mi madre como un niño en el pasado...

ONG THE LAM

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