Un programa piloto en la escuela secundaria Mariebergsskolan de Karlstad está demostrando cómo pequeños cambios en la comida y el espacio pueden modificar los hábitos alimenticios de los estudiantes.
Cada mañana, el comedor escolar recibe a los alumnos con una barrita energética de jengibre y limón, fresa y naranja, o leche con cúrcuma; además de avena remojada en leche caramelizada. Lo especial es que todas las frutas y verduras son donadas por supermercados locales para reducir el desperdicio de alimentos.
El modelo ha sido implementado desde 2018 por Vinnova, la agencia nacional de innovación de Suecia, en colaboración con otras siete agencias estatales, incluida la Agencia Sueca de Alimentos.
Este modelo se basa en el espíritu del «folkhem» (el estado de bienestar sueco), establecido en la década de 1930, en el que las escuelas no solo imparten conocimientos, sino que también se preocupan por el desarrollo integral de la salud. Desde 1946, las escuelas públicas ofrecen almuerzos gratuitos y, en 2011, la ley nacional exigió que las comidas fueran nutritivas.
Sin embargo, en 2018, un informe advirtió que las comidas escolares no estaban contribuyendo a las mejoras en salud y sostenibilidad que se esperaban, por lo que se lanzó un programa de innovación para convertir las comidas en un catalizador del cambio en todo el sistema alimentario.
El proyecto no solo se centra en la comida, sino que también busca transformar la cafetería en un espacio donde los estudiantes se sientan cómodos y con libertad de elección. Cortinas insonorizadas, colores cálidos y diversos tipos de mesas y sillas se ajustaron en función de las opiniones de los estudiantes a través de talleres de diseño.
“A veces quieren sentarse solos sin ser vistos, otras veces les gusta charlar en grupos grandes. Después de cambiar el interior, los estudiantes se sienten más conectados con el espacio del comedor , en lugar de buscar dulces en las tiendas cerca de la escuela”, dijo Linnea Olsson Lee, estratega de alimentación en Karlstad.
Un aspecto destacable del programa es su estrecha colaboración con los agricultores locales. Gracias al apoyo de la Agencia Sueca de Protección Ambiental, los chefs escolares ahora pueden obtener ingredientes locales con mayor facilidad, lo que reduce las emisiones y promueve la producción sostenible.
Sin embargo, persisten importantes desafíos. Ampliar el modelo a escala nacional requiere financiación estable, el compromiso de los gobiernos locales y formación adicional en capacidad de diseño; elementos que no siempre están disponibles en los sistemas administrativos.
“Ninguna organización por sí sola puede resolver el problema del desperdicio de alimentos y la nutrición escolar. Necesitamos cooperación entre escuelas, localidades, empresas y comunidades”, destacó Alexander Alvsilver, jefe de sociedad del futuro en Vinnova.
Sin embargo, los resultados iniciales son prometedores. Un nuevo programa para reducir el desperdicio de alimentos ha premiado económicamente a las clases que mejor ahorran, y hasta el momento el premio ha alcanzado casi los 100 000 SEK por reducir 1,7 toneladas de alimentos en un año. Esto demuestra que los estudiantes no solo se benefician, sino que también participan activamente en el cambio.
El modelo sueco de comedores escolares demuestra cómo pequeños cambios, desde la comida hasta el espacio, pueden mejorar la salud y los hábitos de los estudiantes. No se trata solo de una comida gratuita, sino de una inversión a largo plazo en igualdad, sostenibilidad y el futuro de las comunidades.
“A veces olvidamos que, para muchos niños, esta puede ser la única comida de calidad del día”, dice Linnea Olsson Lee, estratega alimentaria de Karlstad.
Pero eso subraya por qué las comidas escolares deben considerarse una inversión social, no un gasto. Porque cuando los estudiantes se sienten cuidados, tienen opciones y se confía en ellos, desarrollarán de forma proactiva hábitos saludables que les benefician.
Fuente: https://giaoducthoidai.vn/mo-hinh-bua-an-hoc-duong-ben-vung-tai-thuy-dien-post756306.html






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