Supongamos que el nivel del mar subiera tanto que sumergiera gran parte del continente y los humanos no tuvieran más remedio que adaptarse a la vida submarina. ¿Qué pasaría con nuestros cuerpos y nuestra civilización?
La pregunta parece aparecer sólo en películas de ciencia ficción, pero tiene su base en la historia evolutiva humana.
Hace cientos de millones de años, los ancestros de todos los vertebrados, incluidos nosotros, emergieron de las profundidades marinas. Rastros de ese origen aún están presentes en todos los cuerpos humanos: los primeros embriones tienen branquias, un sistema circulatorio primitivo similar al de los peces y un cuerpo compuesto por aproximadamente un 70 % de agua.
Según What If, al plantear la pregunta “¿Qué pasaría si los humanos volvieran al océano?”, los biólogos ven muchos escenarios que son a la vez extraños y razonables.
Piel gruesa y suave, falta de pelo, el cuerpo adquiere la apariencia de un delfín.

Los humanos podrán cambiar mucho si viven bajo el agua (Foto: CG).
Si tienes que vivir durante mucho tiempo en un entorno de agua salada, alta presión y poca luz, tu piel será la primera parte en cambiar.
Las simulaciones evolutivas sugieren que la piel de los humanos del futuro podría volverse más gruesa y resbaladiza para reducir la fricción al nadar. La piel también podría adquirir un tono azul grisáceo, lo que les ayudaría a camuflarse en el océano.
El pelo puede acortarse gradualmente y desaparecer para reducir la resistencia. Las manos y los pies se palmean, y las extremidades se aplanan, adoptando la forma de un remo. La postura erguida da paso gradualmente a un movimiento fluido y ondulante a lo largo del cuerpo del delfín.
El sistema respiratorio entra en un período de cambio completo.
Los pulmones son ideales en la tierra, pero al vivir continuamente en el agua, esta estructura deja de ser óptima. La evolución podría haber tomado tres caminos diferentes.
Una posibilidad es que surgieran estructuras similares a branquias que pudieran extraer oxígeno del agua. Otra posibilidad es que los humanos aprendieran a contener la respiración durante largos periodos, de forma similar a lo que hacen las ballenas. En la otra, los humanos absorbieron oxígeno a través de la piel, como lo hacen algunas salamandras acuáticas.
De cualquier manera, el sistema respiratorio humano bajo el agua sería muy diferente de lo que es hoy.
Los ojos se hacen más grandes, las orejas se hacen más pequeñas y la cara se transforma.
En entornos con poca luz, los ojos tienden a ser más grandes y redondos para absorber más luz. Las pupilas pueden dilatarse considerablemente para adaptarse a los cambios de brillo a diferentes profundidades. Las orejas pueden encogerse y hundirse profundamente en el cráneo para impedir la entrada de agua. La nariz es aplanada, con fosas nasales que se abren y cierran como las de un delfín.
Otro gran cambio se da en la comunicación. Las voces pueden desaparecer, dando paso a sonidos de baja frecuencia que viajan grandes distancias bajo el agua.
Nueva civilización bajo el mar
Los cambios físicos son solo una parte de la historia. Cuando los humanos se vean obligados a vivir bajo el agua, la civilización también cambiará por completo. Muchos estudios de ciudades futuras han simulado estructuras gigantes en forma de cúpula llenas de aire, donde viven los humanos y se preserva la tecnología.
Las fuentes de luz natural disminuyen con la profundidad, por lo que la energía geotérmica o la bioluminiscencia de las bacterias de aguas profundas podrían convertirse en la principal fuente de energía. Los materiales de construcción deben soportar altas presiones. Los alimentos se cultivan a partir de ecosistemas marinos, granjas de agua salada y algas.
Un mundo así podría formar una civilización completamente nueva.
Existe una teoría controvertida en la comunidad científica llamada la Teoría del Humano Acuático. Esta teoría sugiere que los ancestros humanos podrían haber pasado por un período semiacuático, basándose en indicios como una grasa subcutánea más densa que la de los animales terrestres, la capacidad de contener la respiración y el amor por el agua.
Aunque aún no está científicamente probada, esta hipótesis nos recuerda que la conexión entre los humanos y las profundidades marinas puede ser mucho más profunda de lo que comúnmente se cree.
Si la Tierra obligara a los humanos a abandonar la tierra y vivir bajo el agua, estos marcadores biológicos podrían ser la base para la adaptación de la siguiente generación. Los niños nacidos bajo el agua podrían no temer ahogarse y nadar instintivamente desde su nacimiento.
Fuente: https://dantri.com.vn/khoa-hoc/neu-con-nguoi-tien-hoa-de-song-duoi-nuoc-hinh-dang-co-the-ky-la-the-nao-20251114065757720.htm






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