La industria naviera mundial se enfrenta a una presión creciente para descarbonizarse, pero la falta de claridad en las directrices regulatorias, incluidas las relativas al tipo de combustible más limpio que deberían utilizar los grandes buques, está complicando el camino hacia las cero emisiones netas.
Las compañías navieras mundiales buscan reducir sus emisiones de carbono, especialmente ante la presión que recibe la Organización Marítima Internacional (OMI), el organismo regulador del sector naviero mundial, para que imponga una tasa sobre las emisiones de gases de efecto invernadero del sector.
El Comité de Protección del Medio Marino de la OMI concluyó su 81.ª reunión, en la que los participantes acordaron un posible borrador del marco de la OMI para alcanzar las cero emisiones netas. Estas directrices, que podrían incluir normas sobre combustibles y precios de las emisiones, aún se encuentran en fase de debate y podrían ser adoptadas o revisadas en la próxima reunión del grupo, prevista para septiembre.
El cambio a combustibles de combustión más limpia es una vía para reducir las emisiones, dijeron ejecutivos en la conferencia de energía CERAWeek en Houston la semana del 22 de marzo, pero muchos en la industria se muestran reacios a realizar los cambios necesarios para usar los nuevos combustibles, como la modernización de motores o la compra de nuevos barcos, debido a la falta de un marco regulatorio a largo plazo.
El transporte marítimo mueve aproximadamente el 90% del comercio mundial y es responsable de casi el 3% de las emisiones globales de dióxido de carbono. La mayoría de los grandes buques actuales funcionan con fuelóleo pesado de muy bajo contenido en azufre, un combustible similar al alquitrán, relativamente barato y con alta densidad energética, lo que significa que se necesitan cantidades relativamente pequeñas para propulsar los buques a largas distancias. Esta falta de claridad hace que las navieras se muestren reticentes a comprometerse con el uso de un combustible menos intensivo en carbono para sus flotas, ya sea metanol, amoníaco, biodiésel o gas natural licuado (GNL) portador de hidrógeno.
La mayoría de los motores de los barcos están diseñados para usar un solo tipo de combustible y, con una vida útil promedio de 25 años, las empresas corren el riesgo de apostar por un combustible menos desarrollado y menos predecible a gran escala que los fuelóleos tradicionales. La incertidumbre en torno al combustible y la tecnología en el sector también está elevando los costos, ya que las empresas se ven obligadas a diversificar sus inversiones en múltiples opciones de combustible.
Los combustibles marinos más limpios, como el metanol y el amoníaco, también están experimentando una creciente demanda en otros sectores, como en Asia, donde los países buscan reducir la dependencia de las centrales eléctricas del carbón. La incógnita reside en el papel que desempeñará el transporte marítimo en la disponibilidad de combustible en el futuro.
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