Mi primer trabajo cada mañana al despertar es limpiar las sábanas y las fundas de las almohadas, y a veces incluso ordenar mi área de trabajo si llegué tarde y no la limpié bien ayer. Luego hago ejercicio, me cepillo los dientes, me lavo la cara, desayuno... Limpiar, barrer y ordenar se entrelazan con otras tareas a lo largo del día. Al ver la casa y las habitaciones sucias y desordenadas, no puedo estar tranquila. Es como si lo llevara en la sangre. Pero, por alguna razón, los niños y estudiantes, aunque estén a mi alrededor y se les recuerde y anime constantemente, siguen teniendo la costumbre de ser perezosos para limpiar. A algunas personas de mi entorno les pasa lo mismo.
Recuerdo a mi abuelo, un maestro jubilado que siempre era estricto, cuidadoso y ordenado. De niño, cada vez que iba de visita, me daban miedo las reglas y normas que él establecía. No solo yo, sino toda la familia, desde mi abuela hasta mis tíos, tías y otros hermanos, le teníamos miedo. Pero gracias a eso, la casa siempre estaba limpia, el jardín verde, ordenado y ordenado. Cada estación tenía su propia comida, el estanque de peces bullía, las gallinas y los patos estaban hartos, siempre había comida para comer. Gracias a su disciplina con las reglas, los lemas colgados en los árboles, pegados a las puertas y esos recordatorios constantes, aprendimos la primera lección del ser humano: la pulcritud y el orden. Decía que mantener todo a tu alrededor en orden hará que la vida transcurra sin problemas. Cuanto más crezco, más aprecio esa enseñanza simple pero profunda.
Tras su fallecimiento, al limpiar su pequeño armario, me sentí triste e impresionado a la vez, pues las pilas de libros, periódicos, documentos y pertenencias que había guardado con tanto cuidado y rigor seguían intactas a pesar de los años. Y como siempre era ordenado, aunque trabajara sin parar, aún se veía relajado y tranquilo. Resulta que limpiar no te mantiene ocupado, sino más bien más relajado.
Una vez le pregunté a una amiga que estudia psicología qué sueles hacer cuando estás triste o infeliz. Me dijo que, cuando lo estás, limpias la casa. La respuesta me sorprendió. Pensé que, cuando estás triste, debía haber una solución psicológica compleja. "No, cuando te sientas infeliz o infeliz, intenta limpiar. Los resultados son increíbles", me aconsejó.
Desde entonces, he limpiado la casa con una mentalidad interesante, regular y concentrada. Y, de hecho, algo de tristeza se ha disipado al terminar el trabajo. Muchas cosas desagradables caen con suavidad, como polvo y basura, sobre mesas, sillas, suelos, camas, armarios... el brillo refleja claramente la mirada de quien acaba de terminar el trabajo con el corazón despejado. No en vano, hay un dicho famoso: «El trabajo es el mejor camino para todos los estados de ánimo». Y de repente recordé lo que dijo mi hijo después de leer un cuento: «Mamá, dicen que no hay que guardar cosas desagradables en la cabeza, cosas pesadas en el corazón. Cada día hay que limpiar la basura para el alma».
Fuente: https://thanhnien.vn/nhan-dam-don-nha-don-ca-tam-hon-18525072615425764.htm
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