En medio de las montañas y los bosques brumosos, yo y 32 pequeños alumnos de primero y segundo grado de la escuela N° 1, aldea 6, comuna de Tra Van, no pudimos evitar sentirnos conmovidos y emocionados mientras atravesábamos la ceremonia de apertura del nuevo año escolar.
La escuela tiene un sencillo techo de chapa ondulada y difíciles condiciones de transporte, pero los ojos de los niños brillan de alegría porque juntos comenzarán un nuevo viaje de conocimiento.

Al ver a los niños con sandalias gastadas, camisas blancas descoloridas, pero aún con sonrisas radiantes en el primer día de clases, sentí lástima y más determinación. El sonido del tambor en la escuela remota, para nosotros, es el eco de la esperanza, de la fe. Espero que desde este lugar montañoso, los jóvenes brotes crezcan, adquieran el conocimiento para salir con confianza al gran mundo exterior y regresar a construir su patria.

Me siento pequeño, pero también sumamente honrado. Porque, en medio de las dificultades de la falta de libros, ropa y comida diaria, profesores y alumnos siguen trabajando diligentemente en la escritura, con la esperanza de contribuir con su granito de arena para seguir escribiendo la historia de la educación en zonas desfavorecidas.
Las dificultades añaden motivación
Recuerdo que el primer día que puse un pie en la escuela, me sorprendieron las dificultades que había allí.
La escuela se encontraba en una posición precaria en la ladera de una montaña; el camino era accidentado, los acantilados eran escarpados y, abajo, corría un arroyo caudaloso. A diferencia de las escuelas de la ciudad, la escuela aquí constaba de solo tres aulas antiguas de nivel cuatro; las paredes de madera pintadas de amarillo estaban descoloridas y el techo de chapa ondulada estaba oxidado. La rodeaban vastas, verdes y tranquilas montañas y bosques.

El camino de la maestra a la escuela es de tres a cuatro horas, atravesando bosques y arroyos, pero su amor por sus alumnos siempre es la motivación para seguir adelante. En un lugar sin electricidad ni señal telefónica, enseñar y aprender parece más difícil que nunca. En el pequeño camino que lleva a la escuela, el rostro de cada estudiante refleja una mezcla de emoción y timidez, haciendo que mi corazón se estremezca de amor y responsabilidad.
Como joven maestra, entiendo que el camino por delante está lleno de dificultades. Pero es la inocencia y el cariño de mis alumnos lo que me motiva. Espero ser no solo una persona que imparte conocimientos, sino también una hermana, una madre, una compañera, para que cada día en la escuela con ellos esté lleno de alegría.

Lo siento por ustedes, los niños que crecieron en las montañas y en los bosques, careciendo de todo, sin conocer siquiera la luz de la electricidad o el despertador de un teléfono.
En un lugar sin electricidad ni señal telefónica, enseñar y aprender era extremadamente difícil para nosotros. Durante el día, aprovechábamos la luz natural para estudiar, y por la noche, profesores y alumnos se reunían alrededor de una fogata para repasar las lecciones con la luz parpadeante.
Había días ventosos y lluviosos, con goteras en el techo de hojalata y humedad en el aula, pero los estudiantes seguían sentados escuchando atentamente y escribiendo con perseverancia. En esos momentos, era más consciente del valor del conocimiento y sentía más compasión por esas pequeñas almas sedientas de aprender.
Llevo conmigo muchos sueños, cómo puedo brindarles más oportunidades, ampliar sus horizontes, para que las cartas puedan convertirse en la clave para ayudarlos a salir de sus pobres pueblos.

Con el deseo de no solo llevar cartas, sino también llevar fe y esperanza a los niños, a pesar de las muchas carencias, haré todo lo posible para asegurarme de que en las aulas de las tierras altas siempre haya risas, para que los pequeños sueños se puedan multiplicar y nutrir todos los días.
Para mí, este es el significado más sagrado de la profesión docente: sembrar las semillas del conocimiento en medio de las dificultades y acompañar a los estudiantes en el camino hacia la luz del futuro. El año escolar en esta difícil zona, a pesar de las muchas adversidades, cuenta con la cálida relación profesor-alumno, la firme voluntad y las aspiraciones puras.
De esa adversidad, mi creencia y amor por la profesión es un profundo recordatorio: sembrar conocimiento en cualquier lugar es noble, y cuanto más difícil es, más preciosas son las semillas del conocimiento sembradas.
Aunque el camino por delante aún está lleno de dificultades, siempre tengo fe plena en que, con amor por la profesión y por los estudiantes, profesores y estudiantes de esta zona montañosa superaremos todos los obstáculos juntos. Son los estudiantes quienes han dado a los profesores la motivación para dedicarse y continuar la labor de difundir el conocimiento en esta tierra difícil, pero también sagrada.
La Sra. Nguyen Thi Lien, de la etnia Ca Dong, se graduó de la Universidad de Educación en 2021. El año escolar 2025-2026 fue el primero en el que fue maestra titular de primer grado en el internado de primaria y secundaria Tra Van ( Da Nang ). La escuela está lejos y las carreteras no son convenientes; cada vez que visita su hogar, la Sra. Lien tiene que caminar de 3 a 4 horas para llegar a la escuela y dar clases.
Nguyen Thi Lien - Internado Primario y Secundario Tra Van para Minorías Étnicas (Da Nang)

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Fuente: https://tienphong.vn/tran-tro-cua-co-giao-dung-lop-o-vung-kho-post1776903.tpo
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