Quizás nunca antes la posición del profesorado había ocupado un lugar tan central en decisiones tan importantes como ahora. Mientras todo el país se prepara para el Día del Maestro en Vietnam, el 20 de noviembre, con coloridos ramos de flores y conmovedoras historias sobre la relación entre docentes y alumnos, el Partido y el Estado sitúan la educación en el centro de un profundo proceso de reforma: el Politburó emitió la Resolución 71 sobre educación y formación; la Asamblea Nacional aprobó la Ley del Profesorado —la primera vez en la historia que los docentes cuentan con una ley específica—; y en esta décima sesión, la Asamblea Nacional considerará la modificación simultánea de tres leyes fundamentales: la Ley de Educación, la Ley de Educación Superior y la Ley de Formación Profesional, así como la Resolución sobre Desarrollo Educativo. Este es el momento de reconocer no solo la contribución del profesorado, sino, más aún, una oportunidad para devolverles el lugar que les corresponde en el renacimiento de la educación y el desarrollo nacional.

Mostrar gratitud a los docentes no solo recuerda el principio moral de «respetar a los maestros», sino que también afirma que la sociedad vietnamita está recuperando el lugar que le corresponde a la educación . Foto: Ha Dang
Durante los días en que todo el país bullía de gratitud, recordé la imagen de aquellos maestros sencillos que tuve la fortuna de conocer: el profesor en el aula que, con paciencia, abría un nuevo mundo de conocimiento; el maestro que acompañaba a sus alumnos al campo, bajo el sol y el viento, para enseñarles a través de la experiencia; o los maestros en zonas remotas que, día y noche, seguían guiando a cada niño para que aprendiera a deletrear y a hacer matemáticas en condiciones precarias. Eran personas silenciosas, perseverantes y que nunca pedían nada a cambio. Pero fueron ellos, con su dedicación y fe en la educación, quienes construyeron los cimientos espirituales para muchas generaciones, de modo que hoy el país puede entrar con confianza en una era de fuerte crecimiento.
La reforma educativa solo puede tener éxito si los docentes ocupan el lugar central. La Resolución 71 enfatizó este punto clave: invertir en educación es invertir en el futuro del país, y entre las inversiones, la de los docentes es la más importante. La Ley de Docentes, aprobada por primera vez por la Asamblea Nacional, representa un hito histórico. Cuando los docentes cuenten con un marco legal propio, con autoridad, responsabilidad y protección claras, sentirán que la sociedad valora su contribución. Esto no solo es un reconocimiento, sino también un compromiso del Estado: los docentes no estarán solos en la formación de recursos humanos y el desarrollo del talento.
Pero para mostrar gratitud a los docentes de la manera más práctica, no basta con ramos de flores o palabras de agradecimiento. Es hora de que la sociedad responda unida a la pregunta: ¿cómo pueden los docentes no sacrificarse demasiado, no tener que soportar presiones invisibles derivadas de logros, procedimientos o exigencias que van más allá de sus deberes profesionales? ¿Cómo pueden estar a la altura de su profesión, de su papel como líderes e inspiradores? ¿Cómo pueden los docentes de zonas desfavorecidas dejar de preocuparse por cada comida, por cada época de escasez? ¿Y cómo pueden los profesores universitarios —que deben compaginar la docencia con la investigación— trabajar en un entorno verdaderamente académico, donde se respete la creatividad y se valore el conocimiento?
Las reformas legales que la Asamblea Nacional está considerando modificar —desde la Ley de Educación hasta la Ley de Educación Superior y la Ley de Formación Profesional— tienen como objetivo ampliar la autonomía, mejorar la calidad de la formación, estandarizar el personal docente y crear las condiciones para que los maestros ejerzan su profesión con verdadera vocación. Este cambio es necesario porque el país está entrando en una nueva etapa de desarrollo, donde la ciencia, la tecnología, la innovación y los recursos humanos de alta calidad se convierten en motores decisivos. Ningún país puede dar un salto adelante sin buenos docentes, quienes siempre despiertan en cada estudiante el deseo de explorar y contribuir.

Con la estricta aplicación de estas políticas, los docentes contarán con un entorno laboral mejor y más transparente, así como con mayores oportunidades de desarrollo.
Hoy, al repasar la trayectoria de la educación vietnamita, resulta evidente que el profesorado es quien soporta la mayor presión. Sobre sus hombros recaen las expectativas de las familias, los rápidos cambios sociales, la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones en el contexto de la cuarta revolución industrial y las nuevas exigencias de la transformación digital y la innovación metodológica. Muchos docentes deben impartir clases, gestionar y realizar investigaciones simultáneamente, en condiciones laborales que no siempre son las adecuadas. Sin embargo, ante este desafío, las cualidades del profesorado resplandecen aún más: paciencia, compasión, fe en el valor del conocimiento y la cultura escolar.
Rendir homenaje a los docentes en este momento no solo es un recordatorio del principio moral de «respetar a los maestros y valorar la educación», sino también una afirmación de que la sociedad vietnamita está restableciendo el papel fundamental de la educación en la construcción de la nación. Desde las resoluciones al más alto nivel hasta las pequeñas aulas en zonas rurales, montañosas e insulares, todas confluyen en un mismo objetivo: formar vietnamitas integrales, con cualidades, capacidades y responsables del futuro de la nación. Y esa aspiración solo puede despertarse a través del trabajo y la dedicación de los docentes.
Creo que, con la implementación rigurosa de estas políticas, los docentes vietnamitas contarán con un entorno laboral mejor y más transparente, así como con mayores oportunidades de desarrollo. Sin embargo, más allá de los mecanismos y las políticas, lo más importante es la comprensión y el apoyo de toda la sociedad. Cada padre, cada estudiante, cada comunidad puede convertirse en un aliado de los docentes, con respeto, una actitud colaborativa y fe en la educación.
En el espíritu del mes de la gratitud, pienso en cosas sencillas: un saludo, una pregunta, un mensaje a un antiguo maestro, o simplemente un cambio en nuestra percepción de la profesión docente. La gratitud a veces no es algo grandioso; se trata de cómo vivimos para que los maestros sientan que sus esfuerzos son reconocidos, para que sepan que sus clases no se pierden en el olvido, sino que contribuyen a formar ciudadanos útiles, personas valiosas para el país.
En este momento en que el país inicia una nueva era de desarrollo, al mirar hacia el pasado, vemos con mayor claridad: sin maestros, no existirían las generaciones de intelectuales, trabajadores, artistas, ingenieros, médicos... que han construido y siguen construyendo el Vietnam de hoy. Los maestros son la hermosa memoria del pasado, los pilares del presente y quienes colocan los primeros cimientos del futuro.
El 20 de noviembre de este año tiene, por lo tanto, un significado especial: no solo es un día de gratitud, sino también un recordatorio de la gran misión de la educación en el camino hacia la construcción de un país fuerte y próspero. La gratitud hacia los docentes es también gratitud hacia los valores que conforman el temple y la fortaleza de Vietnam. Y desde esa gratitud, juntos continuamos cultivando una educación humanista, moderna y liberal; donde los docentes se destacan, los estudiantes se desarrollan y el futuro del país se escribe con la sabiduría y la compasión de toda la comunidad.
Fuente: https://nld.com.vn/tri-an-nguoi-thay-trong-ky-nguyen-moi-cua-giao-duc-viet-nam-196251120101015866.htm






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