Tarifas de tres niveles: ¿La estructura de una estrategia de “apalancamiento duro”?
El 11 de junio, en la plataforma de redes sociales Truth Social, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que la relación entre las dos economías más grandes del mundo es "excelente" y reveló: "Recibimos un total de aranceles del 55%, China recibe el 10%".
El Sr. Trump también afirmó que China proporcionaría tierras raras primero a Estados Unidos como parte del nuevo acuerdo comercial, calificándolo de "trato consumado". Si bien Estados Unidos ofreció concesiones, como permitir que los estudiantes chinos estudiaran en universidades estadounidenses.
Según medios internacionales, la cifra del 55% propuesta por Trump incluye: el tipo impositivo básico del 10% aplicado a la mayoría de los socios a nivel mundial (impuesto recíproco), anunciado en abril; el tipo impositivo del 20% que Estados Unidos anunció antes de abril en relación con las acusaciones relacionadas con el fentanilo. El 25% restante corresponde al arancel que Trump ha impuesto a los productos chinos desde su primer mandato presidencial.
Mientras tanto, China seguirá imponiendo un arancel del 10% a los productos estadounidenses.
Aunque Trump anunció que el acuerdo entre Estados Unidos y China estaba “cerrado”, en realidad necesitaba ser aprobado por los líderes de ambos países.

El arancel del 55% es acumulativo con aranceles anteriores, lo que refleja la política comercial de la administración Trump hacia China. El arancel recíproco del 10% se describe como una herramienta global, aplicada a la mayoría de los socios comerciales.
Esta medida refleja una tendencia al proteccionismo. La ampliación del objetivo fiscal no solo se dirige a China, sino que también envía una señal a otros países que tienen superávits comerciales con EE. UU., como Alemania, Corea del Sur, etc.
Los nuevos aranceles pueden reflejar en parte un cambio profundo en el panorama comercial entre Estados Unidos y China, del conflicto a la competencia estratégica, de la confrontación pura a las negociaciones condicionales, de las cuales la reunión en Londres a principios de junio fue un nuevo punto de inflexión.
Reestructuración estratégica
A pesar de los elevados aranceles que se han impuesto mutuamente desde el primer mandato de Trump, Estados Unidos y China han mantenido una relación comercial a gran escala, con un volumen de negocios bilateral total que en 2024 alcanzó unos 550.000 millones de dólares, cifra inferior al pico de 2022 (690.000 millones de dólares).
Con los recientes acontecimientos, se observa que Estados Unidos busca maneras de reducir su dependencia estratégica de China en áreas sensibles como semiconductores, tierras raras y baterías energéticas. Mientras tanto, China también está reorientando proactivamente su comercio, expandiendo sus exportaciones al Sudeste Asiático, Oriente Medio y África, reduciendo así el peso del mercado estadounidense en el volumen total de exportaciones.
Sin embargo, Estados Unidos sigue siendo un mercado clave para los bienes de consumo, componentes electrónicos y equipos tecnológicos chinos. A su vez, China aún necesita importar soja, GNL, software y chips de alta gama de Estados Unidos.
Un momento destacado fue el acuerdo marco alcanzado en Londres el 10 de junio.
Los aranceles ayudan a proteger algunas industrias nacionales, especialmente la manufactura, la metalurgia y la producción de energía limpia. Sin embargo, a largo plazo, los consumidores estadounidenses podrían enfrentar precios más altos por los bienes, especialmente los electrónicos y electrodomésticos. La industria tecnológica también podría verse afectada al perder acceso a la cadena de suministro económica y flexible de China.
Si el acuerdo sobre tierras raras se implementa con seriedad, Estados Unidos podría aliviar en cierta medida la presión sobre la defensa y la fabricación de alta tecnología. Sin embargo, esto aún mantendría a Washington en una situación de "dependencia controlada" respecto a China para el acceso a materiales estratégicos.
China ha sufrido pérdidas directas debido a que los aranceles a sus exportaciones a Estados Unidos han provocado una disminución de los pedidos y la presión para desplazar la producción. Sin embargo, al convertir las dificultades en oportunidades, Pekín promoverá una política de "doble circulación", centrándose en aumentar el consumo y la producción internos, a la vez que reduce la dependencia de las exportaciones y la globalización. China también intensificará la cooperación económica con otras regiones, además de Estados Unidos.
Las tierras raras y las nuevas cadenas de suministro de energía podrían ser herramientas eficaces para que China cree un "amortiguador estratégico" contra la presión estadounidense. Mantener los intercambios estudiantiles y la cooperación académica también podría ayudar a Pekín a mantener su posición en la carrera intelectual global.
Los aranceles, los acuerdos sobre tierras raras y los flujos de estudiantes internacionales son quizás sólo fragmentos de un panorama más amplio: la carrera por reformular el orden económico global.
Durante este período, tanto Estados Unidos como China intentan mantener un equilibrio entre la competencia estratégica y la cooperación selectiva. El juego continúa, y es improbable que ninguna de las partes lo gane todo. En cambio, la capacidad de gestionar el riesgo, mantener las negociaciones y optimizar los intereses nacionales determinará la posición en la nueva era de la geopolítica comercial.

Fuente: https://vietnamnet.vn/ba-tang-thue-quan-tuyen-bo-cua-ong-donald-trump-he-lo-chien-luoc-moi-2410665.html
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