Esta realidad hace sonar una alarma sobre la vulnerabilidad de nuestro país al cambio climático y la urgencia de renovar el pensamiento en materia de prevención y control de desastres.
Durante décadas, los habitantes del Delta Norte y la región Central se han acostumbrado a un ciclo relativamente estable de la temporada de tormentas (de julio a octubre). Sin embargo, en los últimos años, esta regla se ha roto, con tormentas que se adelantan (a partir de abril) o se retrasan (diciembre). Además, en lugar de que las tormentas se debiliten al tocar tierra, hay tormentas que se intensifican repentinamente, acompañadas de lluvias torrenciales. Incluso los expertos en hidrometeorología admiten que la predicción es cada vez más difícil.
La causa no está sólo en la naturaleza, sino también en el impacto del cambio climático, los fenómenos entrelazados de El Niño y La Niña y la grave disminución de los bosques naturales... Todos ellos se combinan para convertir cada temporal y cada tormenta en un desastre con un nivel de destrucción mucho mayor que antes.
Lo preocupante es que, en el contexto de numerosas dificultades socioeconómicas , los desastres naturales inusuales se han convertido en un doble desafío. No solo causan graves daños a las personas y a la propiedad, sino que también ralentizan el proceso de desarrollo, suponen una carga para el presupuesto y erosionan la resiliencia de la comunidad. Si bien el Partido y el Estado han emitido numerosas resoluciones y estrategias sobre la prevención y el control de desastres naturales y la respuesta al cambio climático, la inusual evolución de las tormentas y las lluvias en 2025 demuestra que nuestra labor de respuesta aún es limitada. En muchos lugares, la población sigue siendo subjetiva e ignora las advertencias; las labores de evacuación y rescate siguen siendo lentas; la infraestructura de prevención y control de desastres, como embalses, diques y terraplenes antierosión, está degradada y no se ha mantenido de manera oportuna. En particular, existe una falta de coordinación estrecha entre sectores y localidades en el intercambio de datos y la respuesta a emergencias.
Para responder eficazmente, no podemos simplemente ir tras cada tormenta e inundación, sino que debemos tener una visión estratégica. Necesitamos pasar de la "respuesta pasiva" a la "gestión activa de riesgos"; considerar la prevención y el control de desastres naturales como parte inseparable de la planificación del desarrollo socioeconómico. En particular, es necesario mejorar la capacidad de pronóstico y alerta temprana; aplicar inteligencia artificial (IA), big data y modelos climáticos modernos para pronosticar las precipitaciones y las trayectorias de las tormentas con mayor precisión. Al mismo tiempo, todos los niveles y sectores deben diversificar los canales de comunicación para que la información de alerta llegue a la población con la mayor rapidez y claridad posible, incluso en zonas remotas.
Por un lado, las localidades necesitan fortalecer la infraestructura resistente a desastres. Es necesario invertir simultáneamente en diques, embalses y sistemas de drenaje urbano. No podemos esperar a que ocurra un incidente para apresurarnos a solucionarlo. Además, al planificar la construcción, las localidades deben minimizar la nivelación de estanques y lagos y la invasión de ríos, que son infraestructura para regular el agua de lluvia en las zonas urbanas; y vincular la respuesta ante desastres con el desarrollo sostenible.
Las tormentas que han azotado nuestro país recientemente son un duro recordatorio de que no podemos seguir pensando de la misma manera sobre la prevención de tormentas. Los desastres naturales actuales se ven cada vez más afectados por un desarrollo humano insostenible. Por lo tanto, una respuesta eficaz requiere, ante todo, un cambio de mentalidad: de la respuesta a corto plazo a una estrategia a largo plazo; de un enfoque unisectorial a la coordinación intersectorial e interregional; de la responsabilidad del Estado a la responsabilidad de toda la sociedad. Y lo que es más importante, cada comité del Partido, cada gobierno y cada ciudadano deben comprender claramente que invertir en la prevención de desastres naturales no es un simple gasto, sino una inversión rentable para el futuro.
La inusual temporada de tifones de 2025 podría ser solo el comienzo de años difíciles en la era del cambio climático. Si logramos convertir los desafíos en oportunidades y utilizar los riesgos como motor de innovación, podremos construir una sociedad más segura y sostenible.
Fuente: https://hanoimoi.vn/cap-thiet-doi-moi-tu-duy-phong-chong-thien-tai-718227.html






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