Guardar para más tarde

De hecho, uno de los "trucos" más memorables de la infancia de los niños pobres del campo era que la caja de galletas contenía agujas, hilo y botones, pero ninguna galleta.

Parece que la generación anterior nació en la pobreza, así que todos aprendieron a ahorrar. Sobre todo los habitantes de mi pueblo, en la región central, cada año tienen que soportar decenas de tormentas que arrancan los techos de las casas y arrasan con las cosechas. Ahorran y economizan toda la vida, sin siquiera terminar la comida de hoy antes de preocuparse por la de mañana. En la estación seca, compran pescado fresco y barato para secarlo o salarlo, de modo que, cuando llegue la inundación, tengan algo para sobrevivir al hambre. Solo comen la mitad de las batatas, el arroz y las judías de sésamo, y guardan la otra mitad para la siguiente temporada. Aprovechan los meses soleados para cortar leña, cortar hojas de coco y recolectar hojas de sauce para guardarlas en un rincón de la cocina y alimentar el fuego cuando llega la tormenta.

Cuando aún estaba en la escuela, al final de cada año escolar, había algunos cuadernos viejos con páginas en blanco que no se habían llenado con lecciones. Mi madre solía recortarlas y encuadernarlas en cuadernos nuevos para que yo las usara como borrador. Incluso las páginas viejas del calendario que arrancaba, las grapaba y las llenaba con innumerables números calculando las ganancias y pérdidas de su jornada de vendedor ambulante. Reducir gastos en una cosa le daba un poco de dinero para otra. Mi madre contaba y ahorraba cada centavo para que sus hijos pudieran comer más rico y estudiar bien.

Por la necesidad de ahorrar, se guardan cajas de galletas, cajas de cartón, botes de aluminio perforados, latas de leche o bolsas de plástico limpias. Para la gente del campo, casi nada es inútil. Mientras sepamos aprovecharlo, aunque parezca desechado, conserva su valor. Quizás todos somos iguales: nadie es inútil; solo necesitamos reconocer nuestros errores para corregirlos y conocer nuestras fortalezas para desarrollarlas.

Tras pasar por momentos difíciles, mi madre seguía siendo ahorrativa. La ropa que me quedaba justa la lavaba limpia y perfumada, la doblaba con cuidado y la guardaba en el armario. Me decía que la guardara para que mis nietos la usaran más tarde. Pero ningún nieto usaría ropa vieja cuando la moda cambiaba a diario. Una vez, vi por casualidad mi viejo uniforme escolar cuidadosamente doblado por mi madre, y de repente sentí nostalgia y recordé mis ingenuos días escolares. Resulta que hay prendas que no solo sirven para usar, sino que también sirven para recordar el pasado.

Además de guardar cosas antiguas, mi madre también guardaba muchas historias antiguas. Cada vez que llegábamos a casa, la oíamos contar historias del pasado. Había algunas, pero ella seguía contándolas sin aburrirse. A veces, los niños estaban tan ocupados que se olvidaban, pero por suerte mi madre les recordaba todas las cosas, grandes y pequeñas. Quizás, sin personas que guardaban recuerdos como mi madre, esta vida carecería de tantas cosas buenas.

Las cosas sencillas que mi madre me enseñaba a diario se convirtieron gradualmente en la personalidad de mis hermanas y mía al crecer. También comprendimos que con paso firme se gana la carrera, y también supimos ahorrar y atesorar para la siguiente generación. El amor que mi madre nos guardó se fortaleció con el tiempo, como un árbol que cuida su fruta hasta que madura y da frutos dulces.

Fuente: https://thanhnien.vn/nhan-dam-danh-dum-cho-nhung-ngay-sau-185240615191746818.htm