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No es sólo una llamada de atención...

Una mañana en Hue, entre la multitud que visitaba la Ciudad Imperial, muchos turistas se detuvieron frente al Palacio Thai Hoa con una mirada de sorpresa. No por la majestuosidad de la arquitectura real, sino por una imagen inesperada: el trono de la dinastía Nguyen, un tesoro nacional, expuesto en la posición más solemne, tenía su apoyabrazos roto. La fractura es aún claramente visible, lo que hace que muchas personas se preocupen por la seguridad de los patrimonios que hoy se confían preservar.

Báo Sài Gòn Giải phóngBáo Sài Gòn Giải phóng27/05/2025

Ante este incidente nadie puede excusarse diciendo que fue simplemente un "incidente raro". Porque ese incidente, por desgracia, no es aislado. En los últimos años, la memoria cultural de Vietnam ha sido repetidamente "destrozada" por "puñalamientos inconscientes": la estatua de Quan The Am en la Pagoda Me So ( Hung Yen ) fue robada, la pintura "Jardín de Primavera del Centro, Sur y Norte" fue dañada durante su conservación y, más recientemente, dos extranjeros desenterraron antigüedades en la tumba del rey Le Tuc Tong en Lam Kinh (Thanh Hoa).

Esas “heridas” se suceden como una serie de advertencias persistentes. A pesar de las voces de la prensa, los análisis de los expertos y la indignación pública..., parece que todavía no podemos evitar la destrucción de artefactos y patrimonio...

Mucha gente pregunta: ¿de quién es la responsabilidad? La respuesta no es sencilla. Esa responsabilidad no puede recaer en una sola persona o agencia. Es una responsabilidad de múltiples niveles: desde la persona que gestiona directamente los artefactos hasta el sistema de monitoreo y protección, desde los responsables políticos hasta la gente, desde las fuerzas de seguridad de base hasta los organismos legislativos, ejecutivos y educativos nacionales. Pero más allá de eso, hay un sistema de políticas de conservación del patrimonio que carecen de actualizaciones, inversión estratégica, cohesión tecnológica y disuasión.

Aunque hablamos mucho de “desarrollar la industria cultural”, los tesoros mismos –la base fundamental de esa industria– se preservan mediante métodos manuales, atrasados ​​y frágiles.

La historia del patrimonio en la era digital debería ser un viaje paralelo de tecnología y conciencia. Muchos países lo han hecho muy bien. En Inglaterra, el trono del rey Eduardo está alojado en una cámara de cristal a prueba de balas, vigilada por un sistema de cámaras las 24 horas del día, los 7 días de la semana. En Francia, la Mona Lisa está protegida por un cristal especial y utiliza inteligencia artificial para detectar comportamientos inusuales. En China, el sistema de seguridad de la Ciudad Prohibida puede detectar la más mínima vibración. En Singapur, los artefactos preciosos se conservan en condiciones climáticas artificiales que cumplen con los estándares internacionales. Y en Vietnam tenemos artefactos que tienen miles de años, pero todavía están colocados en simples plataformas de madera, sin siquiera vidrio fino o un procedimiento básico de respuesta a incidentes.

El incidente en la Ciudad Imperial de Hue debe haber sido un punto de inflexión. No puede quedarse en disculpas o soluciones personales. Necesitamos una reforma integral en el pensamiento, el mecanismo y la acción.

Hemos tenido muchos documentos legales como la Ley de Patrimonio Cultural modificada de 2024, el Decreto 2166/VBHN-BVHTTDL, el Decreto 39/2024/ND-CP, la Circular 18/2022, la Circular 04/2023... pero como una pieza musical, por muy hermosas que sean las notas, no tienen sentido si no se tocan en el momento adecuado. La ley está ahí, el problema que queda es si los responsables de la gestión tienen la voluntad de hacerla cumplir.

Además de la tecnología y la ley, lo más importante -y también la base más sostenible- es la cultura de comportarse con el patrimonio de cada persona. La educación sobre el patrimonio debe comenzar con las lecciones de primer grado, con historias contadas a los niños y con la forma en que los adultos entran a los lugares sagrados con reverencia. Los medios de comunicación no sólo deberían informar cuando ocurre un incidente, sino también inspirar, contar historias sobre el patrimonio como si fueran historias sobre nosotros mismos, para que todos puedan ver: tocar el patrimonio es tocar nuestra propia historia.

El patrimonio no es el pasado latente. Es una memoria viva, un espejo de la identidad. Cada vez que protegemos un artefacto, estamos preservando una parte del alma nacional. Cada vez que tomamos medidas para prevenir una lesión, damos un paso más fuerte hacia el futuro.

No conservamos el legado del pasado. Preservamos el patrimonio para las generaciones futuras. Para que un día, cuando las generaciones más jóvenes miren los símbolos históricos, no sólo vean lo que queda, sino lo que se ha transmitido con amor, gratitud y profundo orgullo. Y entonces, la memoria nacional no sólo sobrevivirá, sino que brillará.

Fuente: https://www.sggp.org.vn/khong-chi-la-hoi-chuong-canh-tinh-post796955.html


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