Europa tiene que contratar a SpaceX porque se está quedando sin cohetes comunes para lanzar satélites y ve a India a punto de superarla y convertirse en el cuarto país en enviar personas al espacio.
El 2 de diciembre de 2014, preocupada por la creciente competencia de SpaceX para ofrecer viajes espaciales más económicos, Europa respondió decidiendo diseñar el Ariane-6, un cohete capaz de competir con el Falcon 9 de Elon Musk. El proyecto apunta a tener su primer vuelo en julio de 2020.
Casi nueve años después, la fecha límite ya pasó hace tiempo, pero Ariane-6 aún no ha tomado forma. Mientras tanto, SpaceX se está volviendo más dominante en la industria del lanzamiento de satélites. Desde este otoño, Europa ya no podrá acceder al espacio por sí sola. El último cohete Ariane-5 se lanzó en julio y los planes para la transición a la versión Ariane-6 se han estancado.
Este avance sugiere que el primer lanzamiento del Ariane-6 no tendrá lugar antes de 2024. Peor aún, el pequeño cohete italiano Vega también realizó su último lanzamiento en octubre. Mientras tanto, la versión mejorada, Vega-C, ha sido suspendida después de un problema operativo.
El cohete Ariane-6 en el puerto espacial europeo de Kourou, Guayana Francesa, el 22 de junio. Foto: AFP
El acceso al espacio es estratégico y la dependencia de servicios de lanzamiento no pertenecientes al bloque plantea un problema para la soberanía europea. Lo que está sucediendo ahora es muy claro. Europa contratará a SpaceX para lanzar cuatro satélites de navegación Galileo en 2024, y podría tener que hacer lo mismo con el satélite de observación de la Tierra Sentinelle-1C.
Además de las dificultades técnicas e industriales, el programa Ariane-6 se vio frenado por dificultades organizativas y tensiones políticas . Alemania, uno de los tres socios principales del proyecto liderado por la Agencia Espacial Europea (ESA), junto con Francia -el contratista principal- e Italia, quiere ahora viajar al espacio por su cuenta.
Estos países pretenden acabar con el liderazgo de ArianeGroup (Francia) persiguiendo el desarrollo de sus propios minicohetes y compitiendo con Ariane, Vega. Berlín incluso está ejerciendo presión, amenazando con dejar de financiar el programa de misiles conjunto del bloque, argumentando que es demasiado caro y está mal gestionado.
En medio de muchos desacuerdos, los miembros, representantes de los 22 estados miembros de la ESA, comenzaron a reunirse esta semana en la Cumbre Espacial celebrada en Sevilla, España. La conferencia se celebra cada seis meses en el país que ostenta la presidencia rotatoria, actualmente España. Paralelamente a la Conferencia se celebrará una reunión del Consejo de la Unión Europea sobre cuestiones espaciales.
El objetivo de las reuniones es encontrar un compromiso que garantice el funcionamiento del Ariane-6 durante los primeros 10 años y prepararlo para el futuro abriendo el mercado de cohetes a la competencia. Hay dos desafíos fundamentales que crean la crisis de la que las discusiones de esta semana deben encontrar una salida.
Primero está el debate presupuestario. Con el tiempo, los costos se volvieron tan altos que los países que participaron en los primeros 15 lanzamientos del Ariane-6 los aceptaron a regañadientes. En concreto, mantener el programa costaría entre 300 y 350 millones de euros al año, y los costes de lanzamiento casi se duplicarían en 10 años.
Cada país tendrá que aportar entonces un capital correspondiente a su nivel de participación. Francia es el mayor contribuyente, con el 55,3%, seguida de Alemania (21%) e Italia (7,6%), y el resto lo comparten otros diez países.
A partir de su decimosexto lanzamiento, el plan de la ESA es que Ariane-6 se vuelva financieramente autosuficiente, sin requerir contribuciones adicionales de los estados miembros. Sin embargo, el aumento de los precios de las materias primas y la inflación han enturbiado aún más el plan.
ArianeGroup lleva varios meses realizando revisiones de reducción de costes de sus subcontratistas. Mientras que los subcontratistas en Francia están ocupados, MT Aerospace (Alemania) y Avio (Italia) están estancados, lo que hace que Berlín y Roma se muestren reacios a realizar esfuerzos. Además, Avio ahora se centra en comercializar el misil Vega de forma independiente.
El segundo desafío es la necesidad de reformular el modelo de desarrollo de la industria espacial común del bloque en el contexto del surgimiento de muchas empresas emergentes. Alemania lidera el camino con dos empresas privadas, Rocket Factory Augsburg e Isar Aerospace. Se están preparando para el lanzamiento de su primer cohete a partir de 2024. En Francia hay numerosos proyectos pero aún no están muy desarrollados. Entre ellas se encuentra ArianeGroup, que tiene el cohete Maia y el cohete reutilizable Themis, o la startup Latitude con su pequeño cohete Zephyr.
Estos cambios radicales hacen que los engorrosos procesos de cooperación europeos, que han causado retrasos y sobrecostes, queden obsoletos. Un ejemplo claro es la regla del “beneficio geográfico”, que redistribuye a cada país una carga de trabajo equivalente a su contribución financiera.
El país participante puede entonces incluir en el proyecto a una de sus empresas, aunque no sea la mejor. En efecto, esto permitió a Alemania enviar empresas para absorber la tecnología y desarrollarla hasta el nivel de autonomía deseado.
Además, otro ámbito estratégico en el que Europa no puede estar ausente son los vuelos espaciales tripulados. India está a punto de convertirse en el cuarto país en tener un cohete capaz de enviar humanos al espacio, después de Rusia, Estados Unidos y China. En cuanto a Europa, nada es seguro.
La ESA está planificando un enfoque gradual y, en este sentido, inicialmente pretende financiar la construcción de un vehículo de 100 millones de euros para 2025, que pueda transportar carga a la Estación Espacial Internacional (ISS) y de regreso a la Tierra.
En la segunda fase, la nave espacial se modernizará para poder transportar humanos. Esta vez ya no existen formas anticuadas de cooperación como los "beneficios geográficos". En su lugar, la ESA llevará a cabo una licitación a nivel europeo, en la que participarán tanto grandes corporaciones como empresas emergentes. Este sería un pequeño paso hacia una nueva era para la industria espacial europea.
Phien An ( Le Monde )
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