Cuando los estudiantes llegan a tiempo, los profesores preparan las lecciones cuidadosamente y las escuelas mantienen reglas claras, cada día en la escuela se convierte en una experiencia significativa.
Por el contrario, si hay caos en las pequeñas cosas, es difícil construir una gran disciplina. Lo más importante es transformar la disciplina de una imposición externa en autodisciplina interna de cada miembro.

Un uniforme limpio, una clase puntual, un saludo cortés: todo contribuye al orden y a un ambiente educativo saludable.
Los uniformes no sólo crean uniformidad en la apariencia, sino que también fomentan un espíritu de solidaridad colectiva, borran la brecha entre ricos y pobres y ayudan a los estudiantes a concentrarse en estudiar en lugar de preocuparse por la apariencia.
El tiempo no es sólo para gestionarlo, sino también para practicar el respeto por el tiempo: una cualidad importante para el trabajo y la vida posterior.
El lenguaje civilizado en las escuelas no sólo preserva el ambiente educativo, sino que también se extiende a la sociedad, fomentando un estilo de vida educado y el respeto hacia los demás.
La disciplina, desde los pequeños detalles, es la base de la cultura escolar. Cuando la escuela, el profesorado y el alumnado la implementan estrictamente, el buen comportamiento se convertirá en una rutina y, poco a poco, en un valor sostenible.
Una verdadera educación no puede carecer de autodisciplina y personalidad cultural. Es desde los pequeños detalles —los uniformes, el tiempo, el lenguaje— que la sociedad puede ver la imagen de una educación disciplinada, a la vez que fomenta una generación de ciudadanos responsables y civilizados.
Fuente: https://baolaocai.vn/ky-cuong-tu-viec-nho-dong-phuc-gio-giac-ngon-ngu-ung-xu-trong-truong-hoc-post882203.html
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