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| Inundaciones en la ciudad de Thai Nguyen la mañana del 8 de octubre. (Foto: Tran Duy Tiep) |
En los últimos años, esta franja de tierra en forma de S se ha visto constantemente azotada por violentas tormentas, inundaciones devastadoras, crecidas repentinas y deslizamientos de tierra. La tormentosa temporada de lluvias, tan familiar para los vietnamitas, se ha vuelto ahora extraña, impredecible y llena de incertidumbre.
Desde la región central, que sufre tormentas e inundaciones, hasta la región montañosa del norte, que sufre terribles inundaciones repentinas y luego tornados repentinos en lugares que antes eran tranquilos... Todo demuestra que los desastres naturales se están volviendo más extremos, erráticos y difíciles de predecir. Las tormentas ya no "van en la dirección correcta ni llegan en la temporada correcta" como antes. En tan solo unas horas, su dirección puede cambiar, su intensidad aumenta y su poder destructivo supera con creces todas las predicciones.
En Hanói , una sola lluvia intensa puede convertir una ciudad en un río. En las montañas, una inundación puede arrasar un pueblo entero. Ahora mismo, la noticia del agua llegando a los tejados de las casas en Thai Nguyen o de la rotura de una presa hidroeléctrica en Lang Son... desgarra a mucha gente. El cambio climático ya no está lejos, sino que se infiltra en cada esquina, en cada aliento de vida.
Las cifras de daños no son solo estadísticas, sino un dolor real. Hay techos arrasados, familias que pierden a seres queridos, agricultores que se ahogan al ver sus campos sepultados en el barro... Durante mucho tiempo, los humanos han explotado la naturaleza hasta el punto de olvidar que los bosques, la tierra y los ríos también son organismos vivos.
En este contexto, la labor de previsión y prevención de desastres cobra especial importancia. Cada informe meteorológico preciso, cada alerta temprana, puede salvar cientos de vidas. Sin embargo, el cambio climático dificulta cada vez más la previsión, las viejas reglas ya no son correctas y los modelos meteorológicos deben cambiar constantemente para adaptarse. Una desviación de tan solo unas horas o unos pocos kilómetros basta para causar graves daños a toda una región.
Invertir en tecnología de pronóstico, sistemas de alerta temprana y redes de prevención in situ no es solo tarea de la industria meteorológica, sino también responsabilidad de toda la sociedad. Cuanto más personas tengan acceso a información rápida y precisa, mejor preparada esté la infraestructura y menores serán los daños. Por ejemplo, en Hanói, el gobierno ha sido más flexible al afrontar la tormenta número 11: permitiendo que los estudiantes se ausentaran de la escuela, fomentando el trabajo en línea, operando el sistema de drenaje con mayor eficacia, solucionando rápidamente los problemas de electricidad y con la participación de la policía, el ejército y la juventud para apoyar, evacuar y rescatar a las personas.
Estas acciones demuestran que las lecciones de temporadas de tormentas e inundaciones anteriores se han escuchado y transformado en experiencia práctica: una manifestación de una actitud más proactiva hacia la naturaleza, sabiendo escuchar, prepararse y actuar para la seguridad común.
Sin embargo, la prevención es solo una solución temporal. Para resolver el problema de raíz, es necesario cambiar la actitud hacia la naturaleza: vivir en mayor armonía y respetarla más. Un árbol talado hoy puede provocar que un techo se lleve el agua mañana; un río contaminado hoy puede causar sed en el futuro. La naturaleza no habla, pero siempre recuerda.
Cada desastre natural es una llamada de atención. La naturaleza está recuperando el equilibrio que los humanos han dañado durante tanto tiempo. Aprendamos a reducir el ritmo y a amar más la tierra que habitamos, para que mañana, cuando llueva, ya no tengamos miedo, sino que sepamos con serenidad que hemos vivido conforme a las leyes de esta Tierra.
Fuente: https://baoquocte.vn/mua-lu-canh-tinh-con-nguoi-330408.html







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