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Mi abuela tiene 85 años. Una mañana, al despertar, se sintió repentinamente cansada, le dolían las piernas y no podía levantarse de la cama. El médico vino a casa y le diagnosticó un nervio pinzado en la pantorrilla, que requería un tratamiento de acupuntura de dos semanas. Todos se turnaron para cuidarla, llevándole ropa, un lavabo, pasta de dientes, etc. a la cama. Pero, como no estaba acostumbrada a perder su libertad, suspiró: "¡Pobrecita!", "¿Cuándo me recuperaré?". Todos la animaron, diciéndole que así son las personas mayores, pero ella seguía sin sentirse tranquila.
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Alegría del trabajo
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