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Día de gratitud y justicia

El 10 de agosto de cada año, el "Día de las Víctimas Vietnamitas del Agente Naranja", no solo es una fecha clave para recordar un capítulo doloroso de la historia del país, sino también una advertencia al mundo: que la guerra nunca termina en el campo de batalla y que sus consecuencias no solo existen en la memoria.

Báo Long AnBáo Long An07/08/2025

Aviones estadounidenses rociaron Agente Naranja/dioxina sobre Vietnam del Sur.

El 10 de agosto de 1961, el ejército estadounidense inició una campaña de fumigación química sobre Vietnam del Sur. Durante una década, se utilizaron más de 80 millones de litros de sustancias químicas tóxicas, en su mayoría Agente Naranja, que contenía dioxina, uno de los compuestos más tóxicos conocidos. El resultado fue la destrucción de millones de hectáreas de bosque, la contaminación de miles de hectáreas de tierras de cultivo y, lo que es más importante, millones de vidas humanas afectadas.

Según estadísticas de la Asociación Vietnamita de Víctimas del Agente Naranja/Dioxina, aproximadamente 4,8 millones de personas estuvieron expuestas al Agente Naranja, de las cuales más de 3 millones fueron víctimas directas. No solo sufrieron dolor físico, sino que también se enfrentaron a la pobreza y a la pérdida de oportunidades en la vida. El sufrimiento no se limitó a la primera generación, sino que se transmitió a la siguiente, lo que convirtió al Agente Naranja en una «guerra silenciosa» que continúa hasta nuestros días.

Las víctimas del Agente Naranja —en su mayoría personas pobres, personas con discapacidad y ancianos— viven actualmente en circunstancias extremadamente difíciles. Muchas sufren discapacidades graves, no pueden trabajar y dependen completamente de sus familias o del apoyo social. Hay familias con dos o tres generaciones de víctimas del Agente Naranja. Viven bajo la sombra de la enfermedad, la pobreza y la marginación: una dolorosa realidad que no se puede ignorar.

Estas cicatrices de guerra no son solo cosa del pasado, sino una carga persistente del presente y del futuro. Y ese dolor no pertenece únicamente a Vietnam, sino que forma parte de la responsabilidad moral, legal y humanitaria del mundo entero.

Han transcurrido más de 60 años desde que se roció el Agente Naranja sobre Vietnam. Sin embargo, mientras que muchos veteranos estadounidenses expuestos al Agente Naranja han recibido compensación del gobierno y de las compañías químicas que produjeron el veneno, las víctimas vietnamitas —quienes más sufrieron— aún no han recibido justicia.

Muchas demandas iniciadas por Vietnam y organizaciones internacionales de derechos humanos han sido desestimadas, citando “acción militar legítima en tiempo de guerra”, un argumento frío e inhumano que niega el derecho a la vida y el derecho a la protección contra el dolor y la desfiguración de millones de personas inocentes.

Lo cierto es que no existe justificación legal alguna para el uso sistemático de sustancias químicas tóxicas que destruyen el medio ambiente y la salud humana. La falta de una indemnización satisfactoria para las víctimas vietnamitas del Agente Naranja no solo constituye un fallo del sistema judicial internacional, sino también una herida abierta en el corazón de la humanidad.

A lo largo de los años, nuestro Partido y Estado han implementado numerosas políticas para apoyar a las víctimas del Agente Naranja: desde asistencia social, atención médica y rehabilitación hasta educación, formación profesional y apoyo para el sustento. La Asociación Vietnamita de Víctimas del Agente Naranja/Dioxina y cientos de organizaciones benéficas nacionales e internacionales han colaborado continuamente para ayudar a las víctimas.

Sin embargo, el apoyo nacional sigue siendo limitado en comparación con las necesidades reales. Lo que se necesita más que nunca es un mayor compromiso de la comunidad internacional: no solo a través de acciones caritativas, sino también denunciando públicamente los hechos, ejerciendo presión y promoviendo el proceso legal para que las víctimas vietnamitas reciban una compensación justa.

Las organizaciones de derechos humanos, las instituciones jurídicas internacionales y las empresas involucradas en la producción de sustancias químicas tóxicas deben reconocer sus responsabilidades morales y legales. Negarse a reconocer a las víctimas vietnamitas como víctimas legítimas constituye una afrenta a la dignidad humana y a los derechos humanos.

El 10 de agosto no es solo un día para recordar. Es una ocasión para recordarnos a todos, desde la gente común hasta los responsables políticos, desde las organizaciones sociales hasta las empresas, que la vida de millones de personas sigue viéndose afectada por el legado de la guerra.

Nadie elige nacer en el dolor. Pero cada uno de nosotros puede elegir vivir una vida que brinde esperanza a los menos afortunados. Cada pequeño acto —un regalo, un trabajo, una beca, una voz que condena la injusticia— es un paso en el camino de la justicia y la humanidad.

También a partir de hoy, debemos fomentar un espíritu de vida responsable: no olvidar la historia, no olvidar los sacrificios y, sobre todo, no dejar atrás a nadie, especialmente a quienes sufren las consecuencias de la guerra.

La guerra química es una de las formas más inhumanas de guerra jamás perpetradas por el ser humano. Las consecuencias del Agente Naranja en Vietnam son la prueba más clara de ello. Nos recuerdan que cualquier decisión militar que perjudique a la población civil y al medio ambiente es un crimen.

El mundo está presenciando numerosos conflictos nuevos, donde las armas modernas pueden destruir vidas en un instante. Si no aprendemos de los errores del pasado, si no escuchamos las voces de las víctimas del Agente Naranja, la humanidad corre el riesgo de repetir los mismos errores, esta vez no solo en Vietnam, sino en cualquier lugar del planeta.

El “Día de las Víctimas Vietnamitas del Agente Naranja” no es solo un día de gratitud y solidaridad, sino también un día para recordar a la gente su conciencia. Es un día para exigir justicia. Es un día para que el mundo reconozca seriamente las consecuencias de la guerra. Y cada vietnamita debe preguntarse: ¿Qué he hecho para ayudar a quienes sufren las consecuencias del Agente Naranja a tener una vida más plena?

Porque la justicia no puede esperar eternamente. Y la humanidad no debería ser solo un eslogan.

Duc Anh

Fuente: https://baolongan.vn/ngay-cho-tri-an-va-cong-ly-a200259.html


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