El Acuerdo de París y la debilidad “voluntaria”.
Adoptado en 2015, el Acuerdo de París establece un objetivo global claro, aunque no vinculante: mantener el aumento de la temperatura muy por debajo de los 2 °C (idealmente cerca de 1,5 °C) con respecto a los niveles preindustriales. Asimismo, insta a los países a trazar rutas basadas en la ciencia hacia las cero emisiones netas a nivel nacional y mundial. Exige a los países que presenten y actualicen planes de acción quinquenales e informen de forma transparente sobre sus avances.

El problema del Acuerdo de París de 2015 radica, sin embargo, en su carácter esencialmente «voluntario» : una promesa no vinculante de los países para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y en un mundo aún tan dividido, lo «voluntario» es un lujo que suele generar debates interminables.
Esto se refleja en parte en el hecho de que, a finales de septiembre de 2025, solo 64 partes habían presentado sus compromisos denominados Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN), a pesar de que el Acuerdo de París exigía su presentación antes de febrero de 2025. La falta de compromisos firmes por parte de los principales emisores ha socavado seriamente la eficacia del mecanismo de fomento de la ambición del Acuerdo de París.
Combatir el cambio climático es demasiado urgente.
A estas alturas, no solo los líderes que asistieron a la COP30, sino también cualquier persona común y corriente en este planeta puede sentir el grave impacto del cambio climático.
Según las Naciones Unidas, 2024 fue el año más cálido jamás registrado a nivel mundial, con temperaturas medias que superaron los niveles preindustriales en casi 1,5 °C, y enero de 2025 fue el mes más cálido jamás registrado. Esta cruda realidad se ha puesto de manifiesto en una serie de desastres climáticos que han ocurrido en todo el mundo en los últimos años y que se están volviendo cada vez más graves.
Las estadísticas también han demostrado que, a pesar de los importantes avances logrados gracias al Acuerdo de París, en gran medida debido al rápido crecimiento de las energías renovables baratas, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero siguen aumentando, alcanzando un récord de 57,7 GtCO2e en 2024, lo que supone un incremento del 2,3% con respecto a 2023.
Los escenarios actuales, basados en la plena implementación de todos los compromisos más recientes, aún proyectan un aumento de la temperatura global de entre 2,3 °C y 2,5 °C para finales de siglo. Mientras tanto, las políticas actuales encaminan al mundo hacia un calentamiento de 2,8 °C, lo cual sería catastrófico para toda la humanidad.
La retirada de Estados Unidos y sus compromisos poco ambiciosos
En ese contexto, el consenso entre países y partidos es lo más necesario para resolver esta urgente crisis mundial. Sin embargo, el consenso también es, en cierto modo, un lujo en el mundo actual.
El acontecimiento más preocupante de los últimos tiempos es la decisión de Estados Unidos de retirarse del Acuerdo de París (que entra en vigor en enero de 2026). Esto no solo supone un golpe para el espíritu de cooperación internacional. Los análisis han demostrado que esta retirada anulará aproximadamente 0,1 °C de los avances previstos en la lucha contra el calentamiento global.
No solo se ha retirado Estados Unidos, sino que la promesa de China de reducir sus emisiones de carbono entre un 7 % y un 10 % con respecto a los niveles máximos para 2035 también ha sido criticada por considerarse demasiado débil. Además, las demoras y los compromisos poco convincentes de los principales emisores, como la Unión Europea, también han mermado las perspectivas de un avance significativo en la COP30.
Cabe destacar que el éxito de la COP30 dependerá de la implementación del nuevo Objetivo Cuantitativo Común sobre Financiación Climática (NCQG), que aspira a movilizar al menos 300.000 millones de dólares anuales para los países en desarrollo de aquí a 2035 y a alcanzar los 1,3 billones de dólares anuales. Sin embargo, esta tarea se considera aún muy lejana.
Esperanza tras el fallo de la CIJ
Afortunadamente, en este panorama desalentador, aún hay destellos de esperanza. En primer lugar, muchos países y organizaciones internacionales siguen luchando con determinación contra el cambio climático y asumiendo compromisos firmes en la COP30.
Además, en julio de 2025, tras una campaña de varios años iniciada por Vanuatu y apoyada por muchos países, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitió una opinión consultiva sin precedentes y unánime sobre las obligaciones de los Estados en materia de cambio climático.
El Tribunal de Justicia de la ONU ha dictaminado que las naciones tienen el deber de proteger el medio ambiente de las emisiones de gases de efecto invernadero y de adoptar las medidas necesarias para ello. El fallo también confirmó que limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius es, de hecho, un objetivo que debemos perseguir y ya no es «voluntario» .
Acordar mecanismos para garantizar la aplicación efectiva de las sentencias de la CIJ es una prioridad máxima y una tarea largamente esperada en la COP30. Y si tiene éxito, podría resolver la paradoja del “voluntarismo” que ha persistido durante los últimos 10 años en el Acuerdo de París de 2015.
Fuente: https://congluan.vn/thoa-thuan-paris-2015-tron-10-nam-va-lieu-thuoc-thu-tai-cop30-10316792.html






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