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Comiendo arroz subvencionado, recordando la época de los abuelos

En medio del ajetreo de las ciudades modernas, donde la gente se afana en ganarse la vida y entre las luces brillantes, cuesta creer que aún exista un pequeño rincón tranquilo que conserve su esencia de antaño. Lo especial es que este pequeño rincón ha sido y sigue siendo buscado por muchos jóvenes...

Báo Thái NguyênBáo Thái Nguyên27/07/2025

Un rincón del restaurante Lang Dong.
Un rincón del restaurante Lang Dong.

En Lang Dong, barrio de Linh Son, hay un restaurante sencillo, sin letreros llamativos ni música estridente, pero suficiente para que los jóvenes se detengan, se sienten y de repente recuerden los tiempos de sus abuelos con comidas de arroz con yuca, ollas de pescado estofado al fuego y noches de apagones reunidos alrededor de la luz parpadeante de las lámparas de aceite...

Una tarde regresamos a Lang Dong, la suave brisa me acarició el cabello, el olor a paja, a humo y a arroz caliente, pescado estofado, hojas de mostaza hervidas… hizo que mi corazón latiera con ritmos muy antiguos.

«Arroz subvencionado». Ese nombre nos recuerda la época en que nuestros abuelos vivían de cupones de racionamiento, haciendo cola para comprar hasta el último gramo de carne, mantequilla y arroz. Entramos en el restaurante con la sensación de haber viajado en el tiempo, de vuelta a los años 70 y 80, años de penurias pero llenos de humanidad.

Las mesas y sillas de la tienda eran de caoba antigua; la pintura estaba descolorida, algunas desgastadas y otras con marcas de clavos. Los cuencos y platos eran de porcelana con un esmalte color arena tostada, de esa que mi abuela guardaba con tanto cuidado en una vitrina. La lámpara de aceite, el ventilador de orejas de elefante, la radio National, el reloj de péndulo e incluso la vieja mesa de la máquina de coser servían de decoración, como un espacio que evocaba recuerdos de una época de subsidios.

Los dueños del restaurante son una pareja joven que se atreve a emprender un trabajo difícil, ya que los comensales son exigentes. Dicen que abrieron el restaurante no solo para vender arroz, sino “para preservar un poco del espíritu de antaño para que la próxima generación pueda saber cómo vivían sus abuelos”.

Aquí la comida no es lujosa ni elaborada. Pero es su sencillez lo que conmueve. El arroz se cocina con papas, yuca y maíz: el arroz mixto que toda la familia solía disfrutar para saciar el hambre. El sabor dulce e intenso de la yuca y el aroma pegajoso del maíz, mezclados en cada grano de arroz blanco, nos recuerdan aquellos tiempos en que nos sentábamos alrededor de la mesa, escuchando a nuestra abuela contar historias de "los viejos tiempos eran tan duros, hijo mío...".

Los cuencos me traen muchos recuerdos de hace mucho tiempo.
Los cuencos me traen muchos recuerdos de hace mucho tiempo.

El pescado estofado en cazuela de barro es la esencia de la comida. La carpa negra se estofa en una cazuela de barro, a fuego lento durante varias horas. Al abrir la cazuela, se desprende un aroma fragante, mezclado con los sabores de la salsa de pescado, la pimienta, el jengibre, la cebolla verde y un ligero toque ahumado. La carne del pescado, tierna y bañada en un guiso dorado, se sirve con arroz mixto; es, sin duda, un plato exquisito.

Luego está el pollo al vapor con hojas de limón, la berenjena salteada con manteca de cerdo, el pescado frito crujiente envuelto en hojas de betel, las hojas de mostaza hervidas bañadas en huevo duro con salsa de pescado… Cada plato es un recuerdo, una historia. Hay cosas tan sencillas que alguna vez se olvidaron en el torbellino de la modernidad, y que ahora se recrean para que la gente tenga la oportunidad de recordar, comprender y agradecer los tiempos pasados.

Estaba sentado comiendo cuando oí la voz de mi abuela que me llamaba suavemente: «Cómete otro trozo de pescado, hijo», y luego la de mi padre: «Antes, con echarle manteca al arroz y espolvorearle unos granos de sal bastaba». Aquellos sonidos que parecían perdidos en viejos recuerdos volvieron de repente con la calidez de una comida sencilla pero significativa.

El local es pequeño y acogedor, con una luz amarillenta como en los viejos tiempos de apagones. En la pared cuelgan fotos en blanco y negro, objetos antiguos: desde varas de carga desgastadas hasta camisetas finas, bandejas rústicas de madera, cestas y bicicletas «a prueba de rayos», todo impregnado de nostalgia… Se evoca toda una época, sin estridencias ni glorias, simplemente sencilla, rústica y profunda en cada detalle.

Aquí nadie tiene prisa. La gente come despacio y habla en voz baja, como si temieran remover recuerdos dolorosos. Un niño preguntó inocentemente mientras comía: «Mamá, ¿por qué la gente tenía que comer arroz con yuca antes?».

Al salir del restaurante, aún podía sentir el sabor amargo del pepinillo en vinagre, el picante de la pimienta negra que envolvía el jamón al vapor, y la sensación de estar lleno pero no pesado. Satisfecho en el estómago y con el corazón reconfortado.

Quizás cada uno de nosotros guarda un recuerdo ligado a una comida familiar, un lugar no solo para comer, sino también para preservar el amor, compartir las dificultades y transmitir valores profundos. Una comida subvencionada en el pequeño restaurante Lang Dong no es solo una comida, sino un viaje al pasado para comprender mejor a los abuelos, a los padres, a aquellos días de pobreza pero llenos de amor y esperanza.

Ese restaurante no solo vende comida, sino también un recuerdo de la infancia, de un tiempo que ya pasó. En la vida acelerada de hoy, esos momentos tranquilos para recordar y atesorar son lugares a los que muchos desean regresar.

Fuente: https://baothainguyen.vn/van-hoa/202507/an-com-bao-cap-nho-thoi-ong-ba-1382ebe/


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