Al final del día, la ciudad presentaba más de 60 zonas inundadas, algunas con casi un metro de agua, y muchas calles céntricas se habían convertido en auténticos ríos. Muchos padres y estudiantes tuvieron dificultades para regresar a casa bajo la lluvia y el viento, y algunas familias incluso se vieron obligadas a dejar a sus hijos en el colegio durante la noche. Hasta altas horas de la noche del 30 de septiembre, muchas personas seguían atrapadas en las calles.
La Estación Hidrometeorológica del Norte había advertido desde la mañana del 29 de septiembre que Hanói experimentaría lluvias intensas a torrenciales, acompañadas de torbellinos, relámpagos y fuertes ráfagas de viento. Sin embargo, cabe destacar la lentitud de la respuesta del organismo gestor. No fue sino hasta el mediodía del 30 de septiembre, cuando muchas calles estaban inundadas, que el Departamento de Educación y Formación de Hanói emitió un aviso solicitando a las escuelas afectadas que planificaran con antelación sus clases. El aviso llegó demasiado tarde, ya que, en el momento de su emisión, padres y alumnos se encontraban atrapados en las calles o en las escuelas. Las imágenes de padres y alumnos caminando penosamente bajo la lluvia y el viento, compartidas en las redes sociales, han generado una ola de indignación por la falta de iniciativa en la respuesta a la emergencia.
Cabe destacar que, para el 1 de octubre, cuando la lluvia había cesado y el agua prácticamente había bajado, los estudiantes de muchas escuelas aún debían quedarse en casa debido a un documento rígido emitido previamente. Esta situación evidencia las deficiencias en la gestión urbana y la respuesta ante emergencias: se realizaron pronósticos, se previeron riesgos, pero el mecanismo de respuesta administrativa seguía caracterizado por la inacción y la falta de flexibilidad. Esto constituye una advertencia sobre una mentalidad de gestión obsoleta en la era digital: una gran ciudad no puede operar con una mentalidad pasiva, sino que necesita basarse en un modelo de gestión moderno que priorice la alerta temprana, la respuesta rápida y una clara descentralización de responsabilidades.
Las lecciones aprendidas de las inundaciones demuestran que la decisión de permitir que los estudiantes se queden en casa o estudien en línea debe estar integrada en un plan de respuesta preestablecido, similar a la normativa sobre el cierre de escuelas por temperaturas inferiores a 100 °C en el norte del país. Si bien no puede existir una normativa rígida para todas las situaciones, es perfectamente posible empoderar a los directores para que elijan con flexibilidad entre impartir clases presenciales, estudiar en línea o suspender las clases, según la situación local. En el contexto de la transformación digital, organizar el aprendizaje en línea durante desastres naturales e inundaciones es factible, siempre que el sector educativo prepare con antelación los escenarios y la infraestructura necesarios.
Las inundaciones provocadas por las fuertes lluvias pueden ser un desastre natural, pero las escenas de estudiantes y padres sumidos en el caos en los últimos días son desastres provocados por el hombre, resultado de un sistema de respuesta lento. Una ciudad moderna no puede dejar a su gente desamparada ante la lluvia y el viento. Esta lección exige que Hanói, y en general las grandes ciudades de Vietnam, cambien urgentemente su mentalidad de gestión, siendo proactivas en lugar de pasivas, flexibles en lugar de rígidas, y actuando con prontitud en lugar de esperar.
Fuente: https://www.sggp.org.vn/hay-hanh-dong-som-thay-vi-cho-doi-post815855.html






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