Un famoso economista me dijo una vez: «El presupuesto estatal es limitado, pero las necesidades son muchas y urgentes en todas partes. Por ejemplo, si la familia es pobre y tiene muchos hijos, una inversión inteligente es priorizar al hijo que puede mantener a toda la familia».
No dejaba de pensar en esa afirmación mientras estudiaba el proyecto de Ley de Formación Profesional (enmendado). Es evidente que este campo debe priorizarse debido a su misión para la economía del país. Los recursos humanos son la columna vertebral de la economía, mientras que la formación profesional es donde se crea la mano de obra cualificada, factor decisivo para la competitividad nacional en la era de la integración global.

Exigimos un crecimiento económico de dos dígitos. Ese crecimiento es la convergencia de obras de construcción y fábricas, de manos de trabajadores cualificados y técnicos que son la fuerza directa que opera la maquinaria productiva, convirtiendo el conocimiento en productos y la tecnología en riqueza.
La Resolución n.º 71-NQ/TW del Politburó sobre avances en el desarrollo de la educación y la formación afirma claramente: «La formación profesional desempeña un papel fundamental en el desarrollo de una fuerza laboral altamente cualificada». ¡Así se confirma la misión de la formación profesional!
Esto no solo resuelve el problema de los recursos humanos, sino que también aumenta la productividad laboral, incrementa la competitividad de la economía y abre el camino a la autosuficiencia y el desarrollo profesional para millones de jóvenes. En esencia, se trata de un puente directo entre la educación y la producción, entre la escuela y el mercado. No es un "giro a regañadientes", sino un camino sólido hacia el futuro.
En el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, este papel cobra aún más importancia. La inteligencia artificial, la automatización, la tecnología verde, las energías renovables… están transformando el mercado laboral. Una serie de empleos antiguos desaparecen y surgen otros nuevos. Si la formación profesional no se adelanta, se producirá una paradoja: exceso de mano de obra, pero escasez de recursos humanos. Y entonces, la oportunidad de un gran avance se desvanecerá ante nuestros ojos.
Por lo tanto, la formación profesional tiene una misión histórica: formar una fuerza laboral no solo competente en su profesión, sino también capaz de adaptarse, ser creativa y aprender a lo largo de la vida, especialmente aplicando la inteligencia artificial y las plataformas digitales. No solo se trata de formar "trabajadores", sino también de formar ciudadanos globales con carreras sólidas, capaces de trabajar en cualquier entorno, tanto nacional como internacional. Esta misión tiene una trascendencia tanto económica como social, y demuestra la visión estratégica de un país que aspira al poder.
Para que la misión se haga realidad, se necesitan soluciones fundamentales, drásticas y de largo plazo.
En primer lugar , debemos acabar con la idea de que "solo la universidad es prestigiosa". El desarrollo de muchos países como Alemania, Japón y Corea del Sur ha demostrado que un país fuerte es aquel con una gran cantidad de trabajadores cualificados e ingenieros prácticos. Vietnam también debe fomentar una cultura de honor a la profesión, valorando a los trabajadores cualificados tanto como el conocimiento académico. En el entorno social actual, la mentalidad de valorar los títulos universitarios aún está muy arraigada; no es fácil, pero es necesario.
En segundo lugar , innovar considerablemente en los contenidos y métodos de formación. Los programas de formación profesional deben responder directamente a las necesidades del mercado, estar vinculados a las empresas y a las nuevas tecnologías. Es imposible formar con un currículo cerrado, alejado de la realidad. Cada lección debe inspirarse en la producción moderna y el combate real, y cada práctica debe reflejar las necesidades reales de las fábricas y talleres de producción. En particular, es necesario prestar atención a la tecnología digital y aplicar inteligencia artificial para que los trabajadores puedan adaptarse fácilmente a los cambios del mercado laboral.
En tercer lugar , internacionalizar el sistema de formación profesional. Los trabajadores vietnamitas no solo atienden al mercado nacional, sino que también participan en la cadena de valor global. Por lo tanto, las cualificaciones profesionales deben ser ampliamente reconocidas y los programas de formación deben ser compatibles con los estándares regionales e internacionales. Solo así podremos exportar recursos humanos de alta calidad, lo que generará divisas y elevará el prestigio nacional.
En cuarto lugar , se necesita una inversión adecuada. La formación profesional de calidad no puede existir en talleres obsoletos con herramientas obsoletas. El gobierno debe considerar esto como una inversión de futuro, no como un gasto inmediato. Al mismo tiempo, es necesario que las empresas participen, ya que son ellas quienes se benefician directamente de una fuerza laboral de alta calidad.
Finalmente , se debe desarrollar una estrategia de desarrollo de la formación profesional vinculada a la estrategia nacional de desarrollo de recursos humanos. Debe existir un mecanismo para atraer a expertos y personas altamente cualificadas, tanto a nivel nacional como internacional, para que participen en la formación profesional. Ningún objetivo socioeconómico puede alcanzarse sin personal cualificado para llevarlo a cabo.
La aspiración al poder solo puede hacerse realidad con la aplicación decidida de la ciencia y la tecnología, con las mentes y manos brillantes de millones de trabajadores bien capacitados en diversos campos. La formación profesional debe desempeñar un papel pionero para contribuir al avance del país en la nueva era.
Fuente: https://daibieunhandan.vn/su-menh-cua-giao-duc-nghe-nghiep-10390686.html
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