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En el corazón de Bat Trang, escucha las historias que cuenta la tierra.

Llegamos a Bat Trang (Hanoi) un fin de semana por la tarde de otoño, cuando el sol acariciaba suavemente los viejos tejados de tejas, el olor a arcilla flotaba en el aire y el sonido de los tocadiscos resonaba desde los pequeños talleres a lo largo del camino.

Báo Lâm ĐồngBáo Lâm Đồng16/11/2025

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La gigantesca arquitectura en forma de plato giratorio del Centro Esencial de la Aldea Artesanal Vietnamita

Al detenernos en el Centro de la Esencia de la Aldea Artesanal Vietnamita, una estructura con forma de plataforma giratoria gigante en el corazón de la aldea, entramos en un espacio donde la tierra, el agua, el fuego y las manos humanas siguen narrando la historia de la cerámica. La primera sensación no es el esplendor, sino el tacto: el aroma de la tierra, el calor del horno y la luz dorada que se refleja en las piezas expuestas. Aquí, todo parece transcurrir más despacio, como si el tiempo también quisiera contemplar con calma el ciclo de un oficio que ha perdurado durante siglos.

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Los turistas prueban suerte haciendo cerámica

La planta baja es el Estudio del Torno, donde cualquiera puede convertirse en artista por una tarde. El joven guía nos ayudó a ponernos los delantales y nos condujo hasta el torno, que sostenía un bloque de arcilla marrón oscura. La arcilla estaba húmeda, suave y fresca. Mientras el torno giraba suavemente, la arcilla parecía tener vida propia, balanceándose e inclinándose con cada torpe movimiento de nuestras manos inexpertas.

Al principio, la Tierra no obedecía. La mano izquierda temblaba, la derecha presionaba con demasiada fuerza, haciendo que la Tierra se inclinara hacia un lado. El guía nos dijo amablemente que no intentáramos forzarla, que simplemente dejáramos que la Tierra girara y la siguiéramos. Lo intentamos de nuevo, con más suavidad y paciencia. Con cada lenta rotación, la Tierra se fue redondeando gradualmente, elevándose hasta adquirir la forma de un pequeño cuenco. En ese instante, todo a nuestro alrededor pareció ralentizarse; solo la mano, la rotación y el sonido del viento que entraba por la puerta abierta.

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Los turistas decoran sus productos de cerámica.

Tras darles forma, pasamos a pintar y tallar diseños. Algunos pintaron ramas de bambú, otros tallaron unas cuantas olas. Bajo la cálida luz tenue, el azul se extendía con cada pincelada. Las tazas, jarrones y platos pequeños, con la huella de la mano de cada persona, se colocaron en bandejas a la espera de ser cocidos. El guía explicó que, al cabo de unos días, la pieza estaría terminada, la cerámica se endurecería, como el tiempo y el fuego que culminan un viaje. Al escucharlo, comprendí de repente que la cerámica en sí misma es una lección de paciencia; solo tras pasar por el fuego suficientes, la pieza se vuelve resistente.

Al salir de la plataforma giratoria, recorrimos las salas de exposiciones del museo. Cada planta tenía su propia historia: antiguas piezas de cerámica aún agrietadas, productos cerámicos modernos con formas poco convencionales e incluso herramientas desgastadas. En un pequeño rincón, un panel informativo relataba la historia del pueblo artesanal, donde los habitantes de Bat Trang todavía llaman a su oficio «fabricación de cerámica» en lugar de «producción de cerámica», un nombre que refleja amor y respeto por la tierra.

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Productos de cerámica exquisitos

Al caminar entre estas piezas, pudimos apreciar claramente el vínculo entre las personas y la tierra. Cada cerámica, ya fuera perfecta o imperfecta, era la huella de una mano. Como en la experiencia que acabábamos de vivir, a veces la belleza reside en las imperfecciones, en la ligera inclinación, en las pinceladas desiguales, en la sensación de crear algo por primera vez con las propias manos. Estas cosas dejan una huella imborrable, mucho mayor que la de un objeto finamente elaborado.

La tarde caía lentamente. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas de cerámica, reflejándose en la cálida pared de tierra. Afuera, algunos grupos de turistas seguían riendo y charlando; el tocadiscos continuaba girando despacio, y el sonido de la tierra golpeando las palmas era tan constante como la respiración del pueblo artesanal.

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Los visitantes pasean por el espacio del museo de cerámica

Al marcharnos, volvimos la vista al lugar que acabábamos de dejar; la luz del horno aún iluminaba los bloques de tierra que esperaban ser moldeados. La experiencia de alfarería había terminado, pero la sensación de quietud y el lento giro del torno permanecían, recordándonos que, en medio del ritmo frenético de la vida actual, basta una tarde con las manos en la tierra para comprender mejor el trabajo y la pasión de los artesanos de este lugar.

Fuente: https://baolamdong.vn/giua-bat-trang-nghe-dat-ke-chuyen-403021.html


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