
La interacción gravitacional entre la Tierra y la Luna hace que un hemisferio lunar permanezca inmóvil, sin mirar nunca a la Tierra. Sin embargo, la Luna sigue girando; solo tarda en girar una vez sobre su eje para completar una órbita alrededor de la Tierra.
Este fenómeno se llama rotación sincrónica, y en el lado oculto de la Luna hay un cráter gigante llamado cuenca del Polo Sur-Aitken, que se extiende más de 1.930 km de norte a sur y 1.600 km de este a oeste.
Este antiguo cráter de impacto se formó hace unos 4.300 millones de años cuando un asteroide golpeó la joven Luna.
Un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de Arizona, EE.UU., muestra que este cráter de impacto gigante guarda secretos sobre la formación y evolución temprana de la Luna.
El profesor Jeffrey Andrews-Hanna y sus colegas realizaron el descubrimiento tras analizar minuciosamente la forma de la cuenca Aitken del Polo Sur. Las cuencas de impacto gigantes del sistema solar comparten una forma característica de lágrima, estrechándose hacia abajo desde la trayectoria del impacto.

Se suponía que el asteroide impactó desde el sur, pero un nuevo análisis muestra que la cuenca en realidad se estrecha hacia el sur, lo que significa que el impacto se produjo desde el norte. Este detalle, aparentemente insignificante, tiene profundas implicaciones para lo que encontrarán los astronautas de la futura nave espacial Artemis al aterrizar cerca del lugar.
Los cráteres de impacto no distribuyen el material de forma uniforme. El extremo inferior del cráter suele estar sepultado bajo una gruesa capa de material eyectado desde las profundidades de la Luna durante el impacto. El extremo inferior del cráter recibe menos de estos restos.
Debido a que las naves espaciales Artemis apuntan al borde sur de la cuenca, la trayectoria de impacto calibrada significa que los astronautas aterrizarán exactamente donde necesitan estar para estudiar material de las profundidades de la Luna, obteniendo esencialmente una muestra del núcleo sin tener que perforar.

Lo que hace que este descubrimiento sea particularmente interesante es que los materiales del cráter contienen algo extraño. En sus inicios, la Luna estuvo cubierta por un océano de magma global. A medida que esta capa fundida se enfrió y cristalizó durante millones de años, los minerales más pesados se hundieron para formar el manto, mientras que los minerales más ligeros ascendieron para formar la corteza.
Sin embargo, ciertos elementos no lograron incorporarse a la roca sólida y, en cambio, se concentraron en el residuo final del magma líquido. Estos remanentes, como el potasio, las tierras raras y el fósforo, conocidos colectivamente como KREEP, no lograron solidificarse.
Sigue siendo un misterio por qué el KREEP se concentra casi por completo en la cara terrestre de la Luna. Este material radiactivo genera calor que alimenta una intensa actividad volcánica, creando las oscuras llanuras basálticas que conforman la cara que vemos desde la Tierra.
Mientras tanto, el lado oculto todavía tiene muchos cráteres y casi ningún volcanes.
El nuevo estudio sugiere que la corteza lunar debería ser significativamente más gruesa en la cara oculta, una asimetría que los científicos aún no comprenden por completo. El equipo sugiere que, a medida que la corteza de la cara oculta se engrosaba, el océano de magma restante se desplazaba hacia el frente más delgado.

La colisión del Polo Sur con Aitken proporciona evidencia importante que respalda este modelo. El flanco occidental de la cuenca presenta altas concentraciones de torio radiactivo, un elemento característico del material rico en KREEP, mientras que el flanco oriental no.
Esta asimetría sugiere que el impacto atravesó la corteza lunar justo en el límite donde aún existe una fina capa discreta de magma rico en KREEP bajo algunas partes de la cara oculta. El impacto abrió una ventana a esta zona de transición entre la región rica en KREEP de la cara visible y la corteza más típica de la cara oculta.

Cuando los astronautas a bordo de la nave espacial Artemis recojan muestras de esta zona radiactiva y las traigan a la Tierra, los científicos tendrán la oportunidad de examinar estos modelos con un detalle sin precedentes.
Estas rocas aparentemente inanimadas pueden, en última instancia, explicar cómo nuestra Luna evolucionó desde una esfera fundida al mundo geológicamente diverso que vemos hoy, con dos hemisferios dramáticamente diferentes que cuentan dos historias muy diferentes del mismo pasado.
Fuente: https://dantri.com.vn/khoa-hoc/ho-va-cham-lon-nhat-cua-mat-trang-co-dieu-gi-do-ky-la-dang-dien-ra-20251021231146719.htm
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