Tras contar con un jugador más desde el minuto 13 tras la extraña expulsión de Idrissa Gueye, el MU debería haber controlado el partido, presionado y rematado al Everton en Old Trafford. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Los visitantes cerraron los espacios, jugaron con más valentía y fueron más peligrosos en ocasiones, mientras que el MU cayó en un estado que le resulta familiar: estancado, dependiendo de la inspiración individual y sin conexión en el juego.
Después de un fracaso
Esta derrota no fue solo cuestión de perder puntos. Expuso los problemas que venían presentes desde el inicio de la temporada y demostró que el equipo de Amorim estaba en decadencia tras un breve periodo de mejora. Contra un rival con solo 10 hombres, el Manchester United seguía perdiendo en la disputa, en el segundo partido y en el espíritu de lucha.
El exdefensa del Manchester United, Gary Neville, dijo en televisión que era "una vergüenza", y era difícil discutirlo. El Everton siempre tuvo la ventaja en los momentos decisivos, a pesar de estar en inferioridad numérica y tener que jugar bajo la presión de la grada de Old Trafford.
La raíz del fracaso reside en Amorim. En un día en el que el United necesitaba flexibilidad, el técnico portugués se aferró al sistema 3-4-2-1 como si cada situación fuera ideal para su filosofía. Pero esto es la Premier League, no un laboratorio.
Cuando el Everton se apiñó y perdió el balón por completo, los Rojos necesitaron cambiar su estructura ofensiva, más jugadores en la última línea, abrir las bandas y una jugada decisiva para romper el marcador. Amorim no hizo nada. Ese conservadurismo hizo que cada ataque del MU fuera predecible, lento y repetitivo hasta el aburrimiento.
El mediocampo seguía siendo una preocupación. El MU controlaba el balón, pero no el espacio. Los espacios frente al área estaban abiertos, lo que permitía al Everton contraatacar cada vez que recuperaba el balón.
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Rubén Amorim era demasiado rígido. |
Kobbie Mainoo se esforzó al máximo, pero le faltó apoyo. Bruno Fernandes vio bloqueado su espacio creativo. Bryan Mbeumo y Amad Diallo tuvieron que recibir el balón de espaldas, sin apoyo y prácticamente sin posibilidad de combinar a gran velocidad. Un equipo grande no puede depender de jugadas individuales cuando el rival está en inferioridad numérica y casi completamente retrasado.
La defensa del MU también jugó de forma errática. La capacidad del Everton para defenderse de balones altos, una de sus virtudes tradicionales, fue constantemente explotada. Las jugadas a balón parado siempre dejaban a la afición local con la respiración contenida. Cada vez que el Everton superaba la primera línea de presión, el MU entraba inmediatamente en estado de alerta roja.
Lo preocupante no es solo el fracaso, sino cómo se produjo. El MU no perdió por mala suerte; perdió porque perdió los principios de un equipo fuerte. Falta de planes de ataque claros, falta de velocidad para abrir las bandas, falta de jugadores para penetrar el área y falta de agudeza para aprovechar la ventaja de tener más jugadores. Todo esto se suma a la imagen de un equipo que depende de la rígida estructura táctica del entrenador hasta el punto de perder la capacidad de ajustarse en el campo.
La lenta reacción de Amorim
Se esperaba que Amorim aportara una nueva identidad: presión alta, un estilo de juego flexible y capacidad para rotar el sistema. Pero en partidos como este, mostró una preocupante desventaja: el dogmatismo. Esto hace que el MU sea fácilmente neutralizado cuando el juego no es favorable o necesita creatividad fuera del marco.
Mientras el Everton se mantenía firme con disciplina y espíritu de lucha, el United generaba miedo. Cuanto más controlaban el balón, más desorientados se sentían. Cuanto más atacaban, más demostraban su falta de conexión.
El intercambio de balón en la segunda línea no generó ocasiones claras. Cuando el público necesitaba ver explotar al Manchester United, solo se encontró con un juego descoordinado y cansado.
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MU perdió el partido humillantemente. |
Amorim puede hablar de progreso, del tiempo que lleva perfeccionar el juego. Pero un equipo grande debería ser capaz de ganar partidos como este, sobre todo jugando con más de una hora más. El United no lo logró. Y esta no es la primera vez que caen en una espiral de falta de ideas. Eso es mucho más alarmante que una simple derrota.
Si el técnico portugués no hace ajustes pronto, el United seguirá cayendo en el mismo punto muerto: el abismo de la decepción, donde partidos como el del Everton se convertirán en la nueva normalidad. Este es el momento que exige mucho coraje por parte de Amorim, o el United se irá a pique sin que el rival tenga que hacer nada demasiado complicado.
Fuente: https://znews.vn/mu-tro-lai-vung-lay-post1605752.html









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