En la última tarde del año, cuando el viento frío sopla por cada callejón, mi corazón se llena de una añoranza incesante por mis padres. Esa añoranza parece hacerse más intensa con la llegada del Tet y la primavera.
Este año, el Tet es aún más triste, porque han pasado 58 años desde que mi padre dejó a su familia para entrar en el mundo eterno, y más de un año desde que mi madre también partió de este mundo. En los días previos al Tet, los recuerdos de mis padres me inundan como una cascada, evocando un profundo dolor y un vacío infinito.
Tet sin padre: La mitad del recuerdo se pierde para siempre
Nací durante los feroces años de la guerra. Mi padre falleció en 1967, cuando era demasiado joven para comprender la gran pérdida. La imagen de mi padre en mi memoria es la de una figura alta y delgada, una sonrisa amable y manos callosas que siempre protegieron a la familia. Mi padre se fue cuando el país lo necesitó, dejando a mi madre sola para criar a sus hijos.
Durante aquellos años, el Tet en la pequeña casa siempre transcurría sin mi padre. Cada vez que oía el sonido de los petardos, me dolía el corazón al ver a mi madre sentada tranquilamente junto al altar, con los ojos llenos de lágrimas. Había noches en que mi madre se quedaba despierta toda la noche, como si conversara en silencio con mi padre a través del humo del incienso. Cada oración de mi madre era un anhelo, un deseo enviado a los difuntos.
Ese recuerdo, aunque han pasado décadas, sigue profundamente grabado en mi corazón. Al crecer, me di cuenta de la pérdida que había sufrido mi familia. Mi padre no solo era el pilar de la familia, sino también el orgullo y el apoyo espiritual de mi madre y de nosotros.
Perdiendo a la madre: la primavera ya no está completa
El año pasado, mi madre también nos dejó para reunirse con mi padre en un lugar lejano. El dolor de perder a mi madre fue como un puñal que me atravesó el alma. Si la partida de mi padre fue un dolor que perduró durante toda mi infancia, la partida de mi madre fue el dolor que me hizo derrumbarme en mi vejez.
Este año, la casa sigue limpia, la bandeja de comida sigue llena, pero sin mi madre, el Tet se vuelve de repente soso y sin alma. Extraño la figura de mi madre trabajando duro día y noche para preparar banh chung y cebollas encurtidas; extraño sus manos envolviendo cada pastel con todo su amor. Mi madre es el alma de un cálido Tet, quien conecta a todas las generaciones de la familia.
Cuando mi madre vivía, por muy ocupado que estuviera con el trabajo, siempre intentaba llegar temprano a casa. Verla sentada junto al fuego, contando historias, me hacía sentir una extraña paz. Ahora que mi madre ya no está, la cocina está fría y las historias se han ido con ella.
La última tarde del año: añorando a los padres
Esta tarde, sentada ante el altar, contemplando los retratos de mis padres, sentí de repente una sensación de vacío y tristeza. Las lágrimas caían silenciosamente, como una voz indescriptible. Quizás, cuando mis padres aún vivían, no aprecié lo suficiente cada momento con ellos. Ahora, por mucho que quiera compensarlo, es imposible.
Recuerdo cada palabra que mi padre me enseñó, cada mirada amorosa de mi madre. Recuerdo las fiestas del Tet, que eran humildes pero llenas de amor. Cada pastel, cada taza de té que mi madre servía en la bandeja era un sacrificio y un amor sin límites.
En la última tarde del año, mientras observaba a la multitud que hacía las compras para el Tet, deseé en secreto poder retroceder en el tiempo, regresar a los días en que mis padres aún vivían. Aunque fue una comida sencilla, un Tet sin dificultades, mientras mis padres estuvieran a mi lado, todo se volvía cálido y completo.
Este Tet sin mis padres, comprendo aún más que el tiempo es extremadamente valioso, pero pasa rápido como el agua. Mis padres son la fuente, el sólido apoyo espiritual, el lugar al que el corazón regresa cuando duda. Al perder a mis padres, siento que perdí una parte de mi alma, una parte de la primavera que nunca volverá.
Aunque sé que la vida es efímera, no puedo evitar pensar en mis padres cada vez que llega el Tet. Solo espero que, en ese lugar lejano, mis padres se hayan reencontrado y sigan cuidándome y protegiéndome como lo hicieron cuando era niña. Y aunque mis padres ya no estén aquí este Tet, seguiré viviendo, queriendo y apreciando los valores familiares que mis padres han cultivado.
Sin padres, la primavera no está completa. Pero en mi memoria, mis padres siempre serán la primavera más hermosa, la luz que me guía en los últimos días de mi vida. Llega el Tet, regresa la primavera, el paisaje cambia de color, pero hay recuerdos que nunca cambiarán. Ese es el recuerdo de los padres: la fuente de amor que el tiempo y la distancia no pueden borrar.
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Fuente: https://giadinhonline.vn/noi-nho-khong-cua-rieng-ai-d204339.html
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