Los recuerdos volvieron tan vívidamente como si la noche anterior aún fuera la niña de diez años que le pedía que me llevara a atrapar luciérnagas en un frasco de vidrio, iluminando todo el mundo mágico. Me vi plantando arroz con mi madre bajo la luz de la luna, con el viento soplando frescamente en la espalda trabajadora de mi madre, mi pequeña espalda. El sol de verano era abrasador, y durante el día no podíamos salir temprano al campo, así que la gente de mi pueblo aprovechaba la oportunidad para plantar arroz, arrancar cacahuetes y achicar agua bajo la luz de la luna.
En mi memoria, la luna del pasado era brillante y clara, iluminando todo en la tierra. La luna caía sobre los largos caminos rurales, y los pájaros aún dormían en las copas de los árboles. La luna iluminaba los jardines: la abuela estaba sentada masticando betel, los niños jugaban a la comba, jugaban a las canicas, jugaban a las canicas, y soltaban sanguijuelas y tortugas... Mamá aprovechó para cortar amaranto, papá tomó el té con los vecinos.
Esa escena apacible en la época de las lámparas de aceite parpadeantes, gracias a la luna, hizo que nuestro mundo infantil brillara. Cuántos de los sueños más hermosos de mi vida soñé bajo la luz de la luna, junto a la hamaca que se mecía con canciones populares y cuentos de hadas de mi abuela. La cigüeña blanca en la copa de bambú se despertó sobresaltada al oír el llanto del bebé, batió rápidamente sus alas y voló sobre el río silencioso, solo en la noche...
Mucha gente me ha preguntado: "¿Por qué la luna ya no brilla tanto como antes?". ¿Será porque se está alejando de la Tierra según la ley de la aceleración? ¿O será porque la luz de las farolas y las bombillas ha oscurecido la luz de la luna? Solo sé que, a medida que crecí, todo cambió gradualmente.
Los ancianos fueron muriendo poco a poco, dejando atrás nueces de areca secas, lima que ya no olía en los labios rojos de nadie, y al fondo del jardín, el enrejado de betel se alzaba solo. Mi abuela falleció, llevándose consigo los cuentos de hadas al cielo. Los niños de hoy han perdido casi por completo la fe en las hadas y los dioses, como nosotros en un pasado lejano. Además, debido a la ajetreada vida de ganarse la vida, no hay nadie que les cuente cuentos de hadas con la mirada distante, con un corazón bondadoso, perdonando toda su vida creyendo en la bondad. También creo que los cuentos de hadas que contaba mi abuela se vuelven mágicos gracias a la mágica luz de la luna.
Oí que alguien me llamaba bajo la luz de la luna. Mis amigos de la infancia ahora deambulaban por la bulliciosa ciudad. Anhelaba tomar un sorbo de té de jazmín, impregnado por la luz de la luna del campo cuando el cabello de mis padres aún era verde. Anhelaba tumbarme cómodamente en un catre, agitando la mano de mi abuela para abanicar el bambú, cantando nanas a las cigüeñas y garzas. Hubo momentos en que mi anhelo me hizo llorar y decir: «Abuela, no te vayas, abuela/ Para que los cuentos de hadas aún tengan un lugar donde apoyarse/ Las canciones populares deben un trozo de betel del pasado/ Cuando te vas, dejas atrás una estrella que me espera».
Fuente: https://baoquangnam.vn/trang-cua-ngay-xua-3157197.html
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