Las orejas dobladas, la cola enroscada o el pelaje moteado se consideran "características identificativas" de las mascotas.
En la naturaleza, estas características son casi inexistentes.
La razón es simple: las orejas caídas son el resultado de una mutación que provoca un cartílago subdesarrollado, lo que limita la capacidad de rotar la oreja, localizar sonidos y detectar depredadores.
Estos individuos tienen dificultades para sobrevivir y son eliminados rápidamente. Por eso, los animales salvajes han desarrollado orejas grandes y erectas que pueden girar 360 grados para oír, reaccionar y sobrevivir en un entorno peligroso.
Sin embargo, la historia se vuelve más interesante cuando la ciencia se da cuenta de que las orejas caídas no son sólo la pérdida de una característica útil, sino también un rastro de un nuevo proceso evolutivo: la domesticación.
Un experimento impactante
En 1959, el genetista Dmitry Belyayev lanzó uno de los experimentos más audaces del siglo XX: domesticar zorros plateados seleccionando sólo los individuos dóciles para la reproducción.

Las orejas caídas son un rasgo característico de muchas razas de perros (Foto: Getty).
Lo que sorprendió a los científicos fue que, tras solo unas pocas generaciones, los primeros zorros comenzaron a mostrar menos miedo a los humanos. Para la vigésima generación (equivalente a 25 años), el equipo de investigación había creado una línea de zorros que se comportaban como mascotas: meneaban la cola, disfrutaban de los mimos y seguían a los humanos.
Pero lo más sorprendente es su apariencia. Además de su naturaleza dócil, los zorros domésticos desarrollan gradualmente hocicos cortos, dientes pequeños, un color de pelaje cambiante, colas curvadas y, sobre todo, orejas caídas. Estos son cambios nunca vistos en zorros salvajes.
Este fenómeno coincide con la observación de Charles Darwin del "síndrome de domesticación".
Un conjunto de características se repite en la mayoría de las especies animales domesticadas por el ser humano: cerebros más pequeños, pelaje moteado, colas curvas, caras cortas, orejas dobladas y comportamiento juvenil.
Pero la pregunta más importante sigue siendo: ¿por qué la elección selectiva de una personalidad amable conduce a cambios en el cuerpo?
La explicación desde el embrión: El papel de la cresta neural.
Durante muchos años, los científicos se inclinaron por la hipótesis de que los genes que controlan la personalidad y la apariencia están estrechamente vinculados. Sin embargo, este modelo requiere una red genética tan compleja que parece poco práctico.
Una explicación más convincente surgió cuando los investigadores rastrearon su origen embrionario: la cresta neural. Este es un grupo de células que se forman en las primeras etapas del embrión y que crean el cartílago auricular, la pigmentación de la piel, el sistema nervioso periférico y las glándulas suprarrenales, los órganos que controlan la respuesta al miedo.
Si durante el proceso de selección los humanos priorizan a individuos con menos reacciones de pánico, pueden seleccionar inadvertidamente a individuos con ligeros impedimentos en el desarrollo de la cresta neural.
Estos cambios también afectan el cartílago de la oreja, el color del pelaje y la estructura ósea, dando lugar a orejas caídas, cola enroscada y otras características.
En otras palabras, simplemente activando un pequeño "interruptor" en el embrión, aparecerá simultáneamente toda una serie de rasgos acompañantes.
En 2023, dos ecólogos, Ben Thomas Gleeson y Laura Wilson, propusieron una perspectiva diferente. Argumentaron que los cambios en los animales domésticos no son necesariamente resultado de la selección de personalidad, sino que podrían ser consecuencia de que los rasgos silvestres ya no se mantienen.
En la naturaleza, las orejas erguidas ofrecen una ventaja vital para la supervivencia: audición a distancia, rotación independiente y escape más rápido.
Sin embargo, en entornos donde viven los humanos, libres de las preocupaciones por la depredación, la escasez de alimentos o la competencia reproductiva, estas presiones desaparecen. En consecuencia, las mutaciones que provocan las orejas caídas ya no son perjudiciales, por lo que la naturaleza ya no las "elimina". Gradualmente, el nuevo rasgo se vuelve más común.
La evidencia muestra que incluso cuando la selección se orienta hacia la agresión, aún aparecen algunas características del "síndrome de domesticación". Esto indica que el proceso no es simple, sino una interacción compleja entre la genética, el medio ambiente y la evolución.
Fuente: https://dantri.com.vn/khoa-hoc/vi-sao-dong-vat-hoang-da-khong-co-doi-tai-cup-20251212065633336.htm






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