Comparación de esqueletos humanos y de primates en la obra de Thomas Henry Huxley sobre la evolución del hombre, publicada en 1863. (Fuente: Alamy) |
Un estudio publicado en la revista Nature el 27 de agosto señaló cambios clave en la estructura de la pelvis, que ayudaron a los ancestros humanos a adaptarse a caminar erguidos sobre dos piernas y tener la capacidad de dar a luz niños con cerebros grandes.
Un equipo de científicos de la Universidad de Harvard (EE. UU.) y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) comparó el desarrollo embrionario de la pelvis en humanos con el de primates como chimpancés, simios y ratones. Los resultados mostraron que durante la etapa embrionaria se produjeron dos importantes etapas evolutivas relacionadas con el desarrollo de cartílago y hueso en el hueso pélvico.
El primer paso ocurre alrededor de la séptima semana de embarazo. En muchos primates, el hueso ilíaco se desarrolla en una barra cartilaginosa vertical, mientras que en los humanos, este cartílago gira 90 grados, acortando y ensanchando la pelvis.
El segundo paso ocurre alrededor de la semana 24 de embarazo, cuando el cartílago es reemplazado gradualmente por células óseas. En los humanos, algunas células óseas se forman más tarde que en otras especies, lo que ayuda a mantener la forma característica de la pelvis durante el crecimiento.
Estos dos cambios crean una pelvis ancha en forma de cuenco, que es adecuada para caminar sobre dos piernas, sostener los órganos internos y ayudar a los músculos de los glúteos a mantener el equilibrio durante el movimiento.
Además del análisis anatómico e histológico, los científicos identificaron cinco genes que controlan señales moleculares involucradas en el crecimiento del cartílago y la formación de huesos en la pelvis, que se cree que son cruciales para ayudar a los humanos a desarrollar su pelvis característica.
«Todo, desde la base del cráneo hasta la punta de los dedos de los pies, en los humanos modernos ha cambiado para adaptarse a la marcha erguida», afirmó la Dra. Tracy Kivell, del Instituto Max Planck. «Este estudio abre un nuevo camino para comprender este proceso evolutivo».
Según el equipo de investigación, este descubrimiento no sólo ayuda a decodificar la evolución de los humanos modernos, sino que también puede aplicarse en el análisis de los genes de fósiles ancestrales como los denisovanos, arrojando así luz sobre el proceso de formación del esqueleto humano a lo largo de millones de años.
Fuente: https://baoquocte.vn/giai-ma-tien-hoa-dang-di-thang-dung-cua-loai-nguoi-326081.html
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