Ese es Thach Trung Nghia, un nuevo estudiante de derecho con especialización en inspección. Su viaje de más de 1000 km desde Tra Vinh (ahora Vinh Long) hasta Da Nang para matricularse en la escuela no es solo un viaje, sino también una historia de determinación, aspiración y un corazón que nunca se ha rendido ante el destino.
Una pequeña mochila y grandes sueños.
Nacido en una familia con dificultades especiales en el distrito de Tra Cu, provincia de Tra Vinh (actual comuna de Tra Cu, provincia de Vinh Long ), Nghia quedó huérfano, sin hermanos y con un defecto congénito de audición y habla. Parecía que estas desgracias acabarían con su sueño de estudiar, pero en aquel estudiante jemer, la voluntad era más firme que nunca.
Para poder ir a la escuela, la última cosecha aproveché para estudiar y cultivar arroz en casa. Por suerte, cuando me enteré de que había aprobado el examen de ingreso a la universidad, acababa de terminar la cosecha. Vendí todo el arroz para conseguir dinero y pagar la escuela. Si no tuviera suficiente dinero, trabajaría a tiempo parcial, pero definitivamente no abandonaría la escuela —compartió Nghia con los ojos brillantes.
Su equipaje para el viaje consistía únicamente en una pequeña mochila, unas mudas de ropa y algo de dinero ahorrado de la cosecha de arroz, pero en su corazón albergaba un gran sueño: estudiar para ser una persona útil, trabajar en el campo adecuado y, sobre todo, demostrar que las circunstancias no pueden limitar las aspiraciones humanas.

Thach Trung Nghia en el día de su graduación de la escuela secundaria
FOTO: PROPORCIONADA POR EL AUTOR
Viaje de más de 1.000 km: primeros recuerdos de la vida estudiantil
Desde su ciudad natal hasta Da Nang , el viaje de Nghia duró decenas de horas. Llevaba una mochila al hombro, algo de dinero en el bolsillo y una mezcla de preocupación y emoción en el corazón. Nghia confesó que no le temía ni a la distancia ni a las dificultades, sino a una sola cosa: no tener los medios para seguir estudiando.
Por suerte, cuando llegué a APAG Da Nang, recibí una cálida bienvenida de profesores, amigos y estudiantes de último año. "Los estudiantes de último año y los nuevos de K25 fueron muy amables conmigo; nadie discriminó por mi apariencia ni por mi discapacidad. Al contrario, todos me ayudaron y me animaron, haciéndome sentir bien. Será un hermoso recuerdo de mis primeros días en un nuevo entorno de aprendizaje", confesó Nghia.
Para muchos otros estudiantes, el camino a la universidad es solo un trámite anual, pero para Nghia, es un hito especial en su vida. Le abre una nueva puerta, donde puede seguir escribiendo el sueño inacabado de su infancia sin el abrazo de sus padres.

Thach Trung Nghia y amigos
FOTO: PROPORCIONADA POR EL AUTOR
Cuando le preguntaron cuál era su mayor motivación, Nghia se conmovió: «Tengo que estudiar porque mis padres, aunque ya no están, siguen cuidándome. Creo que en el cielo, mis padres sonreirán al verme esforzarme. Pensando en eso, no me permito rendirme».
A una edad en la que muchos jóvenes aún cuentan con la protección de sus padres, Nghia ha tenido que soportar privaciones materiales y espirituales. Pero son estas pérdidas las que le han forjado una personalidad diferente: sabe mantenerse firme, sabe caminar por sí mismo y, lo más importante, sabe vivir con la profunda convicción de que sus padres nunca lo han abandonado.
"Veo que soy diferente a mis compañeros, así que tengo que seguir esforzándome. Estudio para comprender, para saber más y para no defraudar a mis padres", dijo con los ojos brillantes de determinación.
El sueño de un niño jemer
Sin fantasear con cosas descabelladas, el sueño de Nghia es simple pero práctico: trabajar en el campo que ha elegido y aportar su granito de arena a la sociedad. "Espero tener un trabajo estable en el ámbito jurídico en el futuro, para poder contribuir a la vida y a la sociedad, aunque sea con una pequeña contribución", compartió Nghia.
No es solo un deseo personal, sino también la aspiración de un niño de una minoría étnica que desea contribuir, que quiere demostrar que en las zonas rurales pobres aún hay semillas de determinación para salir adelante y brillar. El mensaje que Nghia quiere transmitir a sus compañeros es sencillo, pero conmovedor: «No importan las circunstancias, lo difícil que sea, intenten superarlo. Solo cuando lo superemos, podremos encontrar nuestros sueños, encontrarnos a nosotros mismos y vivir una vida plena».
La historia de Thach Trung Nghia conmueve con su sinceridad, determinación y deseo de superación. Porque en la sociedad actual, donde muchos jóvenes se rinden fácilmente ante las dificultades, el ejemplo de Nghia es un valioso recordatorio: vivir bellamente no es algo lejano, sino que comienza con el esfuerzo, la resiliencia y el deseo de vivir una vida plena cada día.
El camino de ese nuevo estudiante jemer aún es largo, con muchos desafíos por delante, pero con fe, determinación y un corazón que sabe soñar y amar, Nghia sin duda seguirá escribiendo páginas significativas en su vida. Y su historia seguirá sembrando semillas de inspiración para muchos otros, aquellos que necesitan un fuego para atravesar la oscuridad y encontrar la luz.
Thach Trung Nghia, un niño jemer huérfano y discapacitado, con una pequeña mochila al hombro y un viaje de más de 1000 km hasta Da Nang para matricularse en la escuela, es un ejemplo brillante del espíritu de "superación personal para vivir con belleza". En él encontramos una lección simple pero profunda: ninguna circunstancia es lo suficientemente fuerte como para detener nuestros sueños si nos atrevemos a creer y a seguir adelante.

Fuente: https://thanhnien.vn/hanh-trinh-vuot-kho-cua-chang-trai-khmer-185251016142644458.htm
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