Un viaje frío y poético en Arizona.
Cuando la mayoría de la gente piensa en Arizona, piensa en desiertos, cactus y los pueblos vaqueros, secos y soleados, del suroeste estadounidense. Pero un día de invierno, vi una Arizona nevada, fría y poética mientras conducía de Phoenix a Meteor Crater, con parada en el pintoresco pueblo de Flagstaff, en las tierras altas.
Comenzó bajo el sol y terminó bajo la nieve.
Comenzó en el sol, terminó en la nieve.
Las mañanas en Phoenix aún se caracterizan por la suave luz amarilla del sol y el calor típicos del sur de Arizona. Pero al salir de la zona urbana, cruzar la Interestatal 17 y dirigirnos hacia el norte, el paisaje a ambos lados de la carretera cambia drásticamente: de un desierto abrasador a tranquilos bosques de pinos, de tierra roja a extensas nevadas blancas. Me detuve muchas veces solo para respirar el aire fresco, para guardar silencio ante el susurro de las hileras de pinos cubiertos de nieve, o simplemente para capturar la imagen de una curva de la carretera sobre la suave nieve blanca, donde densas nubes grises se entremezclan con el cielo azul susurrante.
Hacia el norte, el paisaje a ambos lados de la carretera cambia mágicamente: del desierto quemado por el sol al tranquilo bosque de pinos, del suelo rojo a la inmensa nieve blanca.
Flagstaff: Un lugar de descanso nevado
Flagstaff parecía un mundo aparte. No era la Arizona que conocía. Las calles estrechas y nevadas, las casas antiguas con sus característicos tejados empinados, el humo que salía de las chimeneas en la fría madrugada me hacían sentir como si hubiera entrado en un pequeño pueblo del norte de Europa.
Casas de estilo antiguo con característicos tejados inclinados.
Me alojé en una pequeña cabaña en una tranquila zona residencial donde la gente paleaba nieve en el patio delantero por la mañana y los niños se deslizaban en trineo en el trasero. Las ventanas daban a una vista de montañas cubiertas de nieve, donde el atardecer proyectaba sombras sobre los pinos. Por la noche, caminaba por un pequeño callejón iluminado por luces amarillas; la nieve se derretía y reflejaba la luz como mil espejos brillantes.
Por la noche, la nieve se derrite y se convierte en hielo, reflejando la luz como miles de espejos brillantes.
Desayuno en medio del casco antiguo nevado.
A la mañana siguiente, encontré una pequeña panadería llamada Mozelle's Bakery en Old Street, donde la nieve se había acumulado en montones que me superaban la cabeza. El calor de los hornos, el aroma a rollos de canela y café, combinado con el fresco matutino, creaban una sensación de paz y nostalgia. Caminando por el centro de Flagstaff, vi las huellas del tiempo aún claramente visibles: antiguos edificios de ladrillo, farolas antiguas, pequeñas tiendas escondidas en callejones nevados. Había algo en este lugar que lo hacía diferente, sin ruido ni prisa, como si el invierno hubiera ralentizado el ritmo de vida para que la gente pudiera disfrutar de cada momento.
No hay prisa, como si el invierno hubiera ralentizado el ritmo de vida para que la gente pueda disfrutar de cada momento.
Cráter de meteorito: donde una vez tembló la Tierra
Tras despedirme de Flagstaff, continué mi viaje hacia el Cráter del Meteorito, a unos 96 kilómetros al este. A lo largo del camino, el paisaje se tornó gradualmente semidesértico, pero aún cubierto de una ligera capa de nieve, con rocas rojas y arbustos asomando entre las alfombras blancas. Me detuve una vez más en la carretera desierta para contemplar la lejana cordillera, aún cubierta de nieve, evocando una sensación surrealista en pleno desierto. Y entonces apareció el Cráter del Meteorito como una gigantesca cicatriz en la tierra. La nieve lo había cubierto, convirtiendo lo que una vez fue evidencia de una terrible colisión en una arena blanca, silenciosa y poética. Desde el observatorio, contemplando ese vasto espacio, me sentí pequeño y sagrado a la vez. El viento frío que silbaba entre las grietas de las rocas parecía contar la historia de hace decenas de miles de años, cuando un meteorito gigante atravesó el cielo y dejó esta marca.
Cráter de meteorito: donde un meteorito gigante atravesó el cielo y dejó esta marca.
Un viaje invernal al Cráter del Meteorito y a Flagstaff me hizo darme cuenta de que Arizona es mucho más que sol y el Gran Cañón. También se trata de nieve, bosques de pinos, pintorescos pueblos de montaña y un sendero cósmico que permanece en silencio en invierno.
También hay nieve blanca, bosques de pinos, antiguos pueblos de montaña y un rastro del universo que yace tranquilamente en invierno.
Si tienes la oportunidad, prueba a salir de Phoenix un día de Año Nuevo, caminar por la tranquilidad de los bosques, parar en Flagstaff a tomar un café bajo la nieve y pararte al borde de un cráter de meteorito con una capa blanca. Es un encuentro con una versión muy diferente de Arizona, donde el tiempo, la naturaleza y la historia convergen en un momento hermoso y tranquilo.
Fuente: https://vtv.vn/hanh-trinh-lanh-gia-va-day-chat-tho-o-arizona-100251208125657715.htm










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